16. Te lo dije

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A lo largo de su vida, fueron pocas las ocasiones en las que Kaveh se sintió así de decepcionado, avergonzado o herido. Nunca se había permitido a sí mismo dejarse hundir por sus sentimientos, pero reconocía que tenía sus límites y que, muy a su pesar, en esta ocasión se veía sobrepasado por el dolor de la herida recién abierta.

Pudo haberse ahorrado todo si hubiera acatado las órdenes de sus padres. Sí, si dejaba su relación con Cyno atrás antes de casarse, o si nunca la hubiera tenido en primer lugar. Se habría ahorrado un centenar de lágrimas e incontables conflictos con las personas que más quería, pero lo hizo todo por él. Se deshizo y perdió en el camino a amarlo, solo para ser recibido por una puerta bruscamente cerrada en su cara.

Pero justo ahí, en la sala de su casa después de la noticia, no tenía mente para reprenderse. O para razonar, o para cualquier cosa en lo absoluto. Se sentía profundamente sumergido en la desesperación y la espesa niebla que alteraba su juicio y visión parecía engrandecerse a cada minuto. No era capaz de encontrar ni una salida, por más que tentaba y rebuscaba y volvía al principio, no podía aliviar la presión de su pecho ni llevar suficiente aire a sus pulmones.

— Alhaitham — Candace corrió hacia él — Alhaitham, ¿qué pasó?

El chico le dio un vistazo sus nudillos teñidos de rojo y se encogió de hombros.

— Hice lo que tenía que hacer desde hace tiempo, le jodí esa cara de tarado que tiene —se quitó el abrigo y lo colocó en el perchero. Ella alzó las cejas al ver sus manos, pero dejó estar el tema —. Lo importante, ¿cómo está Kaveh?

— Devastado, ¿cómo más va a estar?

Candace, apenada, volvió al sofá individual en la que había pasado la última hora. Vio que Alhaitham la seguía y pasaba de largo, arrodillándose frente al rubio, quien aún lloraba con las manos en el rostro; como si le sirviera para esconderse. Ninguna de las presentes había podido evitar lagrimear con él al verlo tan afligido, por lo que la mayoría aún tenía la cara un poco roja.

— Kaveh — llamó, tomando sus muñecas —, Kaveh, mírame.

El rubio temblaba, pero finalmente cedió y quitó las manos de su rostro. Faruzan le hizo una seña a las demás para levantarse e ir a una de las habitaciones de la casa, quienes la siguieron para darles algo de privacidad.

— ¿Qué te pasó? — sollozó el mayor, notando la sangre en sus manos.

— Hice algo que nunca serías capaz de hacer — Alhaitham sonrió de forma suave y limpió sin prisa las lágrimas que aún corrían por sus mejillas —. Puedes estar tranquilo, no tienes que darle más la cara; y mientras yo viva, no te va a volver a molestar, ¿sí?

El rubio asintió y suspiró con pesadez. Había algo en su presencia que lo tranquilizaba, incluso en un momento tan difícil como ese.

No se había olvidado de la noche hacía ya un mes, cuando su madre partió a Fontaine después de dejar arreglado el divorcio. A Kaveh le costó mantenerse en compostura y no soltarse a llorar, pero la sola compañía de su esposo había sido suficiente para mantenerlo fuerte hasta que pudo ser débil en la privacidad de su hogar.

De cierto modo y aunque no quisiera reconocerlo, encontraba cierto alivio en la noticia, por mucho daño que le hiciera. Tampoco se sentía culpable por la paliza que seguramente Alhaitham le había dado a Cyno, incluso habiendo visto la diferencia abismal entre sus cuerpos, tanto en estatura como en músculo.

— Ya puedes decirlo — el rubio cerró los ojos.

— ¿Qué cosa?

— "Te lo dije" — suspiró con tristeza. Alhaitham se levantó del suelo para sentarse en la mesa de centro frente a Kaveh.

De Anillos y Promesas | HaikavehDonde viven las historias. Descúbrelo ahora