17. Baile

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— Sí, mamá — el rubio suspiró — ya estoy mejor.

— La primera semana siempre es la más difícil — comentó con voz suave Faranak desde el otro lado de la línea —, te lo digo de corazón y por experiencia. Ay, hijo, me encantaría acompañarte...

— No, está bien, ma — Kaveh miró a Alhaitham en la cocina, quien alegó que sabía cocinar fatteh mejor que él y, obviamente, se habían retado para descubrir quién era el mejor —. Estoy bien. Mi muy amado esposo ha sido de mucha ayuda estos días, y también me han estado visitando mis amigas estos días.

El chico rodó los ojos al escuchar el tono sarcástico de su mayor.

"No, Alhaitham," se reprendió, "aún es temprano para aventarle algo en el rostro. Al menos agradece que muestra cinismo."

Lo cierto es que sí había sido de ayuda. Los primeros tres días fueron particularmente difíciles para Kaveh, pero logró que comiera y se aseara como correspondía sin tantos problemas. Esas tres noches también se había dormido en sus brazos y no podía estar más agradecido de que el sofá fuera así de cómodo, porque de otra forma, su espalda lo mataría antes de que el estrés lo hiciera. Y aunque el problema fueron los primeros días, Kaveh seguía durmiendo con él en el sillón aún después de una semana y en cierto modo, Alhaitham quería mantener ese tipo de cercanía, pero no se atrevía a admitirlo porque sentía que era aprovecharse del estado emocional tan delicado de Kaveh y no quería influir mucho en la imagen que el rubio ya tenía de él.

Como siempre, ponía una traba más para sí, y la excusa de turno era esa: que Kaveh ya tenía una opinión acerca de él y no quería hacer nada para cambiarla. Si lo veía como un sabelotodo adicto al gimnasio, lo tenía sin cuidado. Si pensaba que era solo un pobre idiota con posgrado, no lo iba a convencer de lo contrario.

Dehya ya había notado que las habitaciones estaban intactas y que el sillón era más cama que sofá, pero como de costumbre, alegó demencia e hizo de tripas corazón, negándose rotundamente a aceptar que lo mejor de sus días era cuando caía la noche y podía mimar a Kaveh hasta dormirse. El rubio era una persona de mucho contacto físico y a Alhaitham le fallaba el corazón cada que decidía que era momento de acurrucarse en su pecho, pues temía que descubriera la irregularidad de sus latidos y que no podía disimular su propio deseo de abrazarlo también.

Tosió para regresar a la realidad apenas oyó que Kaveh se despedía y colgaba la llamada con su madre, fingiendo total interés en la tarea delante suyo.

— En un rato llegan Candi y Dehya, ¿cierto? — se subió a la encímela de la cocina y balanceó sus pies de forma suave. Antes de que pudiera contestarle, se inclinó hacia él y le robó yogur del contenedor con un dedo rápidamente — ¿Quieres? — ofreció.

El timbre sonó, casi como si Kaveh las hubiera invocado. Alhaitham se rió con burla y lamió su dedo sin pensar. Sin verlo directamente, se marchó a abrir la puerta con repentina vergüenza.

— Galán — saludó Dehya y pellizcó el rojo arrepentido de sus mejillas —. Candace viene en unos minutos, fue a comprar suministros de emergencia en caso de que nos envenenes con el fatteh. ¿Y Kaveh?

La mujer se abrió paso en su hogar y Alhaitham se arrepintió de todas las decisiones que llevaron a ese momento de su vida. Muy a su pesar, entró de nuevo a la cocina e hizo lo posible para fingir que no pasaba nada.

— ¡Guapo! ¿Por qué tan rojo?

— Me lleva la... — murmuró entre dientes y tosió con exageración. Kaveh, para ser justos, sí estaba bastante rojo —. Bien, debería estar todo listo para cuando llegue Candace.

Dehya asintió y se sentó en el sofá individual porque, según ella, es el que tenía mejor vista a la televisión.

— ¿Qué veían? — preguntó por cortesía y quitó la plataforma, buscando entre las opciones del menú.

De Anillos y Promesas | HaikavehDonde viven las historias. Descúbrelo ahora