13. De Anillos y Promesas

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— No te hagas el tonto, ¿me oyes? — la chica le metió un golpe en la cabeza, apenas con la suficiente fuerza como para que lo notara — Puedes engañar a Kaveh, pero no a nosotras. ¿Qué es esa manera de verlo, eh?

— Mi amor, déjalo — suplicó Candace —, no lo harás admitir nada.

Alhaitham picó del tayín que su amiga había preparado en un intento de distracción. Pasó las últimas veinticuatro horas reprimiéndose y regañándose, desviando la mirada, enfocando su atención en cualquier otra cosa que no tuviera que ver con Kaveh.

Para su sorpresa, era mucho más difícil de lo que creyó, pues toda la casa gritaba que el rubio vivía ahí. Las paredes estaban repletas de cuadros que había elegido en el paso de los últimos meses, todos los escritorios sufrían la sobrepoblación de materiales de arte en un bonito caos que solo él era capaz de comprender, y básicamente cualquier superficie plana tenía algún plano a medio terminar encima. Las servilletas eran víctimas de sus garabatos y eran más veces las que Alhaitham no se atrevía a desecharlas, quedándose así con ellas dispersas en algún rincón de sus pertenencias.

El baño, la sala, la cocina, cualquier cuarto de la residencia dejaba en claro quién vivía ahí. Su perfume, las cosas que le gustaba comer, el olor permanente a café y alguna otra cosa que dejaba olvidada por ahí.

Alhaitham se encontró a sí mismo disfrutando por completo vivir con él. Su bonito compañero hablaba hasta por los codos y el setenta por ciento de las veces no podía evitar callarse y escucharlo hablar a mil palabras por minuto. Incluso las veces en las que discutían, intentaba deshacerse de su lado insensible como evitando las espinas de la rosa; hacia el intento por ayudarlo a crecer sin resolverle sus problemas del todo.

Pero no podía evitarlo. Bajo el estúpido concepto de un acuerdo de anillos y promesas había encontrado a una persona interesante y opuesta a todo lo que había podido pensar. No pudo evitar sentirse hechizado después de todo, de que hubiera sido su mayor prioridad cuando se encontraba enfermo, aunque eso significara un potencial problema con su novio, sus amigos y familiares.

La luz en la que lo veía había cambiado radicalmente la noche anterior mientras Kaveh conducía con prisa y le regañaba por ser descuidado con su salud; solo para pasar la noche hablando con él de cosas que no habían sido capaces de conversar con nadie más y despertar con él entre sus brazos.

Aunque claro estaba, jamás admitiría en voz alta y menos frente a sus dos mejores amigas que estaba enamorándose de la única persona que no era capaz de corresponderle y que no podía tener.

Negó con suavidad y siguió comiendo el plato frente suyo casi con desinterés. Dehya guardó silencio al verlo tan callado, frunció el ceño e intercaló miradas entre él y su novia. Kaveh ya se había tardado atendiendo y temía saber el por qué.

— Iré a ver a Kaveh — susurró Candace y se acercó a la puerta principal, dejando solos a Dehya y Alhaitham.

Ella sabía bien que, aunque las dos eran consideradas como sus mejores amigas, Dehya tenía algo especial que hacía que él entrara en razón cuando se veía tan perdido. No se sentía mal al respecto, la enorgullecía que su novia fuera más sabia de lo que muchos pudieran creer en primera instancia, y tenía en cuenta que ella misma tenía otros dones que complementaban a los de su novia. Así que, con algo de suerte, Alhaitham entraría en razón y se asomaría a la puerta antes de que Candace cometiera una tontería.

De Anillos y Promesas | HaikavehDonde viven las historias. Descúbrelo ahora