15. Tormenta

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La ausencia de su madre no había afectado mucho a Kaveh. Durante el último mes, se recordó en repetidas ocasiones que ella estaba bien, que de hecho, se encontraba mejor que nunca. Ya no tendría que sentarse a la mesa de indiscreciones e hipocresías ni fingir más en cualquier otro sentido, pues había encontrado un nuevo inicio en un lugar completamente nuevo. En el fondo de su corazón, aunque estaba feliz por ella, aunque también estaba triste.

Intercambiaron mensajes y llamadas que pasaron de ser diarias a volverse unas cuantas veces a la semana. Faranak era una arquitecta virtuosa que desprendía talento por los poros, por lo que era apenas obvio y comprensible que se enfrascara en su nueva vida y se metiera de lleno a su trabajo. Por lo que no, la ausencia de su madre no lo había afectado. Al menos eso pensaba.

Lo cierto, por mucho que Kaveh quisiera negarlo, es que la extrañaba profundamente. Se llenó la mente con trabajo y quehaceres para mantener su mente en otro lado, pero nada le servía. Que Faranak se haya mudado no hacía más que darle un problema más encima de los que ya tenía, léase; Cyno y Alhaitham.

Su esposo no había reaccionado bien ante la falta de humanidad del moreno, por lo que había hecho todo en su poder para joderle la vida en cualquier sentido posible. Únicamente no le había roto la cara porque Kaveh le pidió que no lo hiciera.

Cyno, por su parte, siguió como si nada. Llamaba a Kaveh más o menos una vez por semana, lo invitaba a salir y se volvía a olvidar de su existencia. El rubio no podía evitar sentirse utilizado, pero se convenció a sí mismo que si novio no era capaz de hacerle eso; y que si no habían salido más era porque ninguno tenía tiempo.

Sacudió la cabeza y siguió tallando la camisa blanca de Alhaitham con molestia. Ningún detergente era capaz de quitarle las manchas de labial del cuello de la camisa y le colmaba la paciencia tener que encargarse de eso, siendo que lo tomaba como recordatorio que Alhaitham sí salía seguido y se acostaba con quien quisiera y Kaveh, teniendo novio, hacía ya un buen tiempo que no era siquiera tocado por él.

— Estúpido casanova de barrio — gruñó en voz baja, dispuesto a usar un desengrasante que había robado de la casa de su padre —, él y su maldito pene inquieto.

Claro, lo único que le molestaba era que él sí disfrutara su vida sexual. No le importaba el hecho de que no fuera con él, claro que no, eso no le incumbía en lo más mínimo.

"La abstinencia me está matando" sufrió mentalmente, "me olvido que tengo novio."

Analizó la camisa y antes de que pudiera hacer una tontería la aventó a la lavadora como si fuera la plaga. Salió de la lavandería con la cara pálida, golpeándose mentalmente por, según él, faltarle al respeto a su novio.

Apenas llegó a su casa, dejó la ropa limpia sobre el sillón y cuando se disponía a atracarse con la comida que Alhaitham había dejado en el refrigerador, su celular sonó.

— ¿Hola, Faruzan? — atendió despreocupado — ¿Ya te acordaste de mí?

— Eres un exagerado, niñato — bufó, el rubio supo que estaba nerviosa — ¿Estás en... estás en tu casa?

Kaveh frunció el ceño mientras mordía una manzana. ¿Qué mosca le picó?

— Eh... sí, acabo de llegar, ¿pasa algo?

— No... — tosió — Sí. Pero tienes que jurarme que te quedarás en casa en lo que llego, y no le abrirás y responderás a nadie hasta que hables conmigo, ¿me oyes?

— Faruzan, no me asustes — respondió con nerviosismo, esforzándose por no atragantarse con la manzana —. Aquí te espero, pero apúrate, me vas a matar de intriga.

De Anillos y Promesas | HaikavehDonde viven las historias. Descúbrelo ahora