19. Arcontes

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— No te has quitado la trenza — señaló Kaveh en voz baja. Le costaba reprimir una sonrisa, por lo que sencillamente no lo hizo.

— Se me ve bien — respondió con simpleza su compañero, rotando la cabeza para darle mejor vista de su obra de arte.

— De nada — el rubio ajustó con cuidado el broche que sujetaba el mechón y después bebió de su copa para mantenerse ocupado, no quería pensarlo mucho más esa noche.

La cena, más que ser cordial, se volvió bastante cálida. Quizás Kaveh no pudo haber imaginado a personas tan diferentes conectando, pero ahí estaban las chicas, sus amigos y dos de las personas más influyentes de Liyue, riendo sobre cosas que parecían chistes locales a pesar de las pocas horas que llevaban de conocerse.

Claro que ambos tomaban parte en la conversación, pero sabían que era un momento sobre sus amigas y su éxito, y de ninguna manera harían que se tratara sobre ellos. Se limitaban a contribuir en la conversación cuando lo creían prudente, y el resto del tiempo intercambiaban miradas o sonrisas sueltas.

Casi no podía creer que hace una semana quería que la tierra lo tragase y se lo llevara al último círculo del infierno para morirse con lentitud por la eternidad; fuera por inocente o por crédulo. Y esa noche, no podía quitarle los ojos de encima al chico que durante tantos meses no fue más que una traba, un obstáculo para su vida amorosa perfecta y un inconveniente general para su existencia.

Se encontró a sí mismo garabateando servilletas que empezaban como planos arquitectónicos y fachadas que no se atrevía a probar si no eran bajo comisión o réplicas precisas de un edificio lejano en el puerto de Liyue, pero que terminaban siendo trazos idénticos a las facciones de su esposo postizo. Lo que empezaba como un ensayo de su conocimiento en arquitectura le traicionaba y se volvía un bonito retrato del hombre que siempre se sentaba junto a él desde el momento en el que contrajeron matrimonio.

Forzó a su mano y cerebro de olvidarse de aquel pensamiento traidor sobre su mayor apoyo y compañía; jamás se permitiría arruinar lo que sea que tenia con él. ¿Un contrato? ¿Una amistad poco convencional? Lo que fuera, no venía al caso. Cada momento y detalle suyo se volvió sagrado para él y, aunque en algún momento se permitiera olvidarse de todo y refugiarse entre sus brazos, no podía meterse con algo tan sagrado para él.

En cualquier caso, sabía que Alhaitham no le correspondería nunca. Era una persona buena escondida en el pellejo de alguien poco paciente y ligeramente holgazán, no un hombre enamorado de él. Los sentimientos, obvio, eran un tema complicado que le requeriría tiempo y esfuerzo innecesarios; por lo que su compañero se mantenía alejado de ellos, ¿no?

— Kaveh — Zhongli le regaló un asentimiento y le tendió su mano — ¿me regalas unos momentos afuera? Hay un tema que me gustaría discutir contigo en privado.

— Ah, claro — el rubio tomó su mano para levantarse y le hizo una seña a Alhaitham para indicarle que regresaría en breve. Una vez recibida, acompañó al caballero afuera del quiosco y lo miró expectante —. ¿Qué pasa?

El hombre le dio la espalda y observó el cielo nocturno con toda la tranquilidad del mundo.

— He estado trabajando con contratos probablemente más tiempo del que tú llevas vivo — comentó —. Sé cuando uno es auténtico y cuando otro es mera conveniencia. ¿Te suena de algo?

— Yo...

— Mi intención no es atormentarte — Zhongli sonrió y miró atrás suyo, donde el rubio jugaba con sus dedos en evidente nerviosismo —. Más temprano, cuando te conocimos, algo me dijo que no te has casado joven por amor.

El rubio sintió un nudo en la garganta y asintió aunque el hombre no pudiera verlo. De algún modo, supuso que se enteró.

— No obstante, esta cena — inhaló —... no hizo más que confundirme. Cuéntame, joven, ¿cómo es que no te has casado por amor y, sin embargo, te encuentras profundamente enamorado del hombre con el que te has casado?


De Anillos y Promesas | HaikavehDonde viven las historias. Descúbrelo ahora