I R Ó N I C O

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Cincuenta y tres

Capitulo veintitrés

I R Ó N I C O 

Marizza

Este era el tercer día en Córdoba, y el segundo día había sido en vano por completo. Por lo menos para mí. 

Luego de la noche en el boliche, regresé tan agotada, que Santiago Mansilla me prohibió salir a la excursión del segundo día, todos fueron a divertirse junto la coordinadora, mientras que yo me quede en la cabaña junto al profesor, que no me dejaba comer nada rico ni tampoco salir ni siquiera a tomar aire. Mansilla durmió toda la tarde, y yo también. Solo me despertaba por dos motivos; para orinar, o para vomitar. 

Según el profesor, las papas que comí el primer día estaban contaminadas, y por eso me sentía tan mal. Según yo, eso tenía sentido.

Por la noche, cuando todos volvieron a ir al boliche, dos personas se ofrecieron a quedarse conmigo, Manuel y Pablo. Era por la banda, supuestamente. Nos quedaríamos a continuar tratando de componer algunas canciones, Mia fue la única que no aceptó. 

Se que Pablo se quedo porque el boliche la noche anterior lo había aburrido, y por eso se había quedado toda la noche junto a mí, recordando viejos tiempos. También se, que Manuel la pasó mal en el boliche, Mia besó a otro chico delante de él, y Manuel besó a otra chica delante de ella. Si, mi mejor amigo estaba despechado, pero yo siento que se lo merecía. Qué se yo, son tan complicados. Al final, estar en una relación es difícil, y no estarlo también.

Esa noche pudimos componer la melodía de "solo sé", y luego les pedí que se vayan, porque me dio sueño. 

Este era el tercer día, y lo comencé entre gritos.

—¡Marizza!— gritó Luján, sacudiéndome 

—¿Qué pasa?— pregunté molesta

—¡Tenes que ver lo que hicimos!— chilló Mia —Con esto, acabamos de declararle la guerra a los hombres—

—Anoche dejaron la ventana de su cabaña abierta, así que entramos por ahí esta mañana— explicó Luján —¡Tenemos toda la ropa de Manuel, Marcos y Pablo!—

Mire hacía mi costado, habían tres bolsas negras, repletas de ropa. 

—Esto está mal— dije tratando de pararme, pero sentí un mareo —Van a buscarse un problema en vano—

—No solo le robamos toda la ropa, sino que colocamos baldes de agua fría en la entrada de la cabaña— sonrió Mia —Cuando salgan a buscar ayuda, van a terminar empapados—

Un grito se oyó a lo lejos, proveniente de la cabaña de enfrente. Luján y Mia corrieron hacía la entrada, yo camine detrás de ellas. 

Los tres chicos estaban empapados de pies a cabeza, solo en ropa interior, mis amigas se estallaron en risas, yo no pude evitar emitir una pequeña sonrisa. Pablo estaba adormilado, y a la vez, enojado. Solo llevaba puesto su bóxer, y trataba de taparse con ambas manos.

Me sonroje al verlo de esa manera. El dirigió su mirada hacía mí, yo agache la cabeza.

—¿Qué hicieron? ¿están locas?— preguntó Marcos, enojado

—¡Devuelvan la ropa!— gritó Manuel —Le vamos a decir al profesor, esto no se hace—

—¿Qué pasa? ¿no pueden resolver sus problemas solitos?— rió Mia

—Los nenitos no se pueden enfrentar a nosotras, pobrecitos— acotó Luján con ironía —¿En serio esperan que Mansilla los defienda? ¡Cobardes!—

Descontrolado(s) 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora