H O G A R

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Cincuenta y siete

Capitulo veintisiete

H O G A R

Pablo.

Salimos de prisión al amanecer, cuando todos volvimos a la normalidad. El efecto del cannabis en nuestro cuerpo se había detenido luego de unas largas horas, y poco a poco, todo comenzaba a normalizarse, muchas cosas no podía recordarlas, o tenía imágenes borrosas y confusas de los hechos, pero me sentía más consiente de mis actos. 

A penas salimos de allí, Mansilla nos subió a todos a un micro, el profesor estaba realmente enojado, y no lo culpo, tuvo que pasar toda la noche encerrado, cuidándonos a nosotros. No nos hablo durante todo el viaje, nosotros tampoco hablamos. Yo viaje sentado junto a Guido, y dormimos durante todo el trayecto.

Cuando llegamos a la escuela, la madre de Marizza pasó a buscarla a ella y a Manuel, a Mia la pasó a buscar Franco, y me ofreció llevarme hasta mi casa. 

Cada uno estaba con su familia, yo quede solo, en mi antiguo hogar. Aproveche el fin de semana para acomodar unas cosas, limpiar mi casa, empacar las cosas de mi madre que irían a caridad, aunque dejé lo más importante para atesorarlo, y por último, me dediqué a estudiar para los exámenes de fin de año, estaba a punto de graduarme, tendría que ponerme al día.

En la media noche del domingo, antes de dormir, abrí las cortinas de mi cuarto, encontrándome con Marizza, quien bailaba, mientras oía música a todo volumen. Sonreí sin poder evitarlo.

—Veo que te estás sintiendo mejor— sonreí 

—¡Pablo!— dijo exaltada, la había tomado por sorpresa —No vi que estabas ahí—

—Yo creí que no estabas, pensé que habías decidido quedarte con tu madre unos días—

—Si, pero hoy a la tarde peleamos, así que decidí venir con papá— rió —Vos me conoces, sabes que soy buena para discutir—

—Lo sé— dije, acercándome lo más posible a la ventana

—Bueno, va a ser mejor que vaya a dormir, mañana tenemos escuela, y encima examen de historia— se quejó —Descansa, Pablo—

—Vos también, Marizza— ella sonrió, y comenzó a cerrar sus cortinas, pero yo estaba inmovilizado, observándola fijo —Marizza—

—¿Si?— elevó una ceja

—¿Queres venir a casa?— pregunté sin siquiera pensarlo —Podemos mirar una película, si tenes ganas—

—¿Yo a tu casa?— frunció el ceño —No lo sé, Pablo, no deberíamos...—

—Como compañeros de banda, nada más— respondí antes de que ella pudiera terminar —Podemos ver la película que vos quieras—

—Esta bien, me convenciste, pero solo un ratito— sonrió —Espérame, ya voy—

Ella cerró su ventana, yo rápidamente corrí hasta el baño, me coloqué perfume y cepille mis dientes, luego, bajé las escaleras para esperarla. En menos de cinco minutos, el timbre de casa sonó, la colorada estaba en el umbral de la puerta, con varios chocolates en sus manos. 

—¿Chocolates?— pregunté con una sonrisa

—Es que tenía muchas ganas de comer chocolate, así que lo envié a Manuel a comprarme hace unas horitas, y me trajo más de veinte barras para que no lo moleste más— dijo entusiasmada — ¡Nunca tuve tantas! ¿Dónde vamos a ver la peli?—

Descontrolado(s) 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora