Descontrolado(s) 3

G A L L E T A S

+18

Cincuenta y seis

Capitulo veintiséis

 G A L L E T A S

Narrador universal.

—¿Un trago?— le ofreció su copa

Marizza lo miró confundida, Pablo la había esperado en la puerta del baño, aún con su bebida en la mano. 

—No gracias, ya no bebo— sonrió

—¿Desde cuando?— frunció el ceño

—Desde que soy una chica sana, deberías imitarme— rió —¿Qué haces acá? yo no puedo hablarte ¿sabías?—

—¿Por qué no?—

—Hicimos un pacto con las chicas, ustedes son el enemigo— aseguró con una sonrisa

—Después de como me dejaste hoy, yo tendría que huir de vos— rió

—Vos tendrías que haber huido de mi hace tiempo, todavía estás a tiempo, corre, Pablo— él se quedo en su lugar, mirándola —¿Qué pasa? ¿no te funcionan las piernas?—

—Yo no voy a huir, y vos no vas a ignorarme— dijo 

—¿Cómo estás tan seguro?—

—Porque primero quiero invitarte a bailar ¿aceptas?—

—¿Y por qué aceptaría?— elevó una ceja

—Así, cuando vuelva a Buenos Aires, y salga a almorzar con mi madrastra, voy a poder contarle que invité a bailar a una chica linda en mi viaje de egresados, y que ella me dijo que si— sonrió —Tengo que mantener mi imagen de ganador ante Mora por lo menos— 

—Hey, tortolitos— los llamó Guido, acercándose a ellos —¿Quieren galletas?—

—¿De donde sacaste esto, Guido?— rió Pablo, al verlo con un túper azul en sus manos

—Lo encontré en la barra, algún idiota se las olvido, están riquísimas— le extendió una a Pablo, él la tomo —A vos no te voy a dar nada, por tu culpa las chicas hicieron un lío enorme—

—Tampoco quería esas galletas, deben tener algo raro— dijo con repugnancia, sintiendo como su estómago se revolvía —Aléjalas, el olor es asqueroso ¿en serio van a comer eso? ¿no les da asco?—

—Están buenas— dijo Pablo con la boca llena

—Voy a seguir repartiendo, son un manjar— presumió —¡Y no tuve que gastar ni un peso!—

Él continuó caminando por la pista, dejándolos a solas nuevamente. 

—¿En qué estábamos?— preguntó la colorada —Creo que querías sacarme a bailar ¿puede ser?— sonrió 

Pablo le extendió su mano, y cuando Marizza la aceptó, la llevó hasta el centro de la pista, para bailar.

Del otro lado, se encontraba Mia junto a Manuel, bebiendo en la barra. 

—Bueno, veo que todos rompieron el pacto— se quejó Guido, recorriendo el lugar —Tranquilos, no digo nada, soy una tumba—

—¿Qué traes ahí? ¿son galletas?— preguntó Mia —Quiero una, tengo ganas de comer algo dulce— suplicó 

—A vos te doy todo— aseguró, sacando una galleta del envase —¿Vos Manuel? ¿Queres una?—

—Si ¿por qué no?— aceptó —Una vez que eres generoso, hay que aprovechar— sonrió