Narra T/n:
A partir de ese día todo fue... Distinto.
Seguíamos comiendo todos juntos, –en lo que cabía, ya que Mei seguía evadiendome efusivamente.– Aún me daba ideas para inventos nuevos o se ofrecía de voluntario para probarlos.
Solo que... Había momentos más personales. Más nuestros.
Pocas veces nos arriesgamos a qué nos encontraran en la U.A. así que nuestra mayor interacción cariñosa allí, se basaba en miraditas mal disimuladas o roces accidentales.
Pocas veces llegábamos a besarnos, y cuando ocurría era por iniciativa de Shinso, con besos cortos y dulces, cuando los chicos se iban por instantes o nadie prestaba atención.
Amaba la adrenalina que eso me producía, pero al mismo tiempo quería gritarlo a los cuatro vientos.
Habían pasado pocos días pero aún no le poníamos etiqueta a nada de lo que había pasado. Y en realidad, no me sentía incomoda con eso.
Tampoco habíamos tenido mucha más información después del ataque antes del festival.
Gracias al noticiero, supimos que atraparon a unos cuantos villanos que participaron.
Pero ni la niña rubia, ni el hombre enorme que nos atacó en el taller estaban en esa lista.
Ese pequeño detalle me llenaba todo el cuerpo de inseguridad.
Mei y Shon dijeron que se sentían igual en cuanto lo hablamos. Mismo día en el que al fin pude solucionar las cosas con Mei.
Íbamos de salida, y yo ya estaba cansada de ese juego.
–Mei por favor solo superemoslo– le pedí mientras la seguía por el pasillo. Ella se limitaba a ignorame.
–Mei.
Nada.
–¡Mei!– tomé su mano y la voltee
–¡No quiero hablarte!– se arrebato molesta.
–Mei lo lamento muchísimo
–No quiero escuchar– sentenció para seguir su camino
–Sabes que nunca tendría intenciones de lastimarte, ni a ti ni a Shon, jamás, precisamente por eso es que quiero continuar ayudando.
–No necesitamos que nos protejas.
–Pero quiero hacerlo.
–¡Pues yo no quiero que lo hagas!– Declaró dando vuelta bruscamente
–Mei....
Ay mirada se suavizó, y supe que no intentaría escapar de nuevo.
–Lamento haber dicho.... Lo que dije, todos pueden tener sus razones para hablar, o no hacerlo, y no por eso se vuelven cobardes.
No dijo nada, pero sabia que me estaba escuchando atentamente.
–No quiero que sigamos molestas, Mei. Extraño crear inventos juntas y verlos explotar porque los encuadres no se te dan bien, extraño nuestras vueltas a casa, y los recreos juntos, te extraño Mei, no te alejes de nosotros por una estupidez que yo cometí.
Volví a tomarla del brazo, esta vez no se aparto.
Por unos minutos nos mantuvimos sin decir nada, sin movernos, casi sin respirar.
–T/n lo único que no quiero, es que llegues a salir herida– soltó de repente –Eres mi amiga. La única que tengo, la que más me importa. No soportaría que ellos-