Narra Shinso:
Los oficiales tenían razón. T/n no había sido más que un medio para llegar a nosotros.
...para llegar a mi.
Al ver el mensaje supe que tenía que hacer algo, pero no estaba seguro por dónde empezar.
Le pregunté a esa persona quien era, cómo me conocía y si T/n estaba bien.
El prometió que tendría respuestas a su debido tiempo, y que por ahora, T/n no tenía ni un rasguño.
Salí de mi cuarto con los nervios a flor de piel.
Tomé el teléfono fijo y lo uní a mi oreja mientras intentaba marcar los números.
La policía tendría que hacer algo.
Terminé de teclear y dos tonos sonaron antes de que descolgaran el teléfono.
–Esperaba que no hicieras esto, Shinso– murmuró la voz quebrada al otro lado. Mi cuerpo se paralizó.
Había llamado a la policía. Estaba seguro.
–Si.. sé que la sorpresa debe ser grande. Pero trata de controlarte y escucha.– continuó –Vas a colgar. Regresarás a tu cuarto y continuaremos charlando un rato. ¿Te parece?– apreté los labios con fuerza. ¿Cómo era posible?
–Quiero hablar con ella– Sentencié.
–Que tierno.
–No haré ningún trato hasta que no esté seguro de que está bien.
–No estás en posición de pedir nada, Shinso. –Hizo una pausa –Pero puedo hacer una excepción. ¿Qué dices lindura? ¿Te apetece charlar con tu enamorado un rato?
No hubo un sonido por parte de nadie por segundos que se me antojaron eternos.
–No los escuches.– dijo al fin. Y mi corazón dió un respingo.
–T/n lo siento tanto...– mis ojos se cristalizaron.
–Shinso es-
–Suficiente. Tortolitos. Ya tendrán su maravilloso encuentro. Por ahora se un buen chico. Y obedece.
–Si llegan a lastimarla...
–Obedece...
Tragué saliva con dificultad y lentamente llevé el teléfono de vuelta a la base, poco después mi móvil sonó.
«Bien hecho»
Carajo.
Regresé a mi habitación y continué conversando con ese hombre.
Era Shigaraki. El lider de la liga de villanos, y quería recultarme luego de haber visto mi kosei en el festival.
Sugirió vernos el día siguiente, al mediodía. Mandó una ubicación y luego dejó de contestar.
Era claro que lo que esperaba era un intercambio.
Por el amor de dios. No podía hacer esto. De ninguna manera estaría seguro de que cumplieran su palabra.
Y entregarme así...
Estaba acorralado por donde lo viera.
Sentado sobre mi cama con las manos en la cabeza escuché la puerta abrirse.
De nuevo era mi madre.
–Es hora de cenar, cielo.– sonrió nostálgica.
Entonces tuve una idea. Era arriesgado, pero no tuve más opción.