Capítulo 11

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Ruth

Veo como Emily traga saliva, no me hace falta saber por quién sino por qué ¿Qué coño habrá pasado en casa de Lucius?

—¿Dónde está tu hermano?

—Aparcando el coche—Responde Gaby.

Asiento sin darle demasiada importancia, solo necesito tener una conversación a solas con él. Es imposible que le guste Emily, la acaba de conocer pero Lucius no hace nunca nada sin ningún motivo. Por mucho que suene fatal, es muy calculador, le encanta evitar daños a toda costa por muy colaterales que sean. El día que la gente vea a Lucius correr un riesgo, que pida un deseo.

—Y...hablando del rey de Roma, por la puerta asoma—Anuncio al entrada del rubio al instituto.

Lucius no responde, raro, muy raro. Ni siquiera niega con la cabeza como suele hacer. Abro la boca para hablar con él, pero aunque me gustaría arrinconarle e interrogarle, mi mejor amigo es salvado por el timbre de clase y vuelvo a cerrar la boca sin decir nada. Me muerdo el interior de la mejilla frustrada. Aprovecho que Emily y Gaby toman la delantera a pesar de que no se dirigen la palabra para atrapar a Lucius por el brazo.

—Tenemos que hablar.

—Suenas a una novia que va a romper conmigo— Responde visiblemente cansado.

—¿Estas bien?

—Sí, no te preocupes.

He ahí otra gran faceta del puto rubio de mierda, callarse las cosas. Le miro caminar algo más rápido delante de mí y zanjo el tema por ahora, pero esto no se va a quedar así. Decido volver a caminar, aunque no haya llegado a tiempo a la primera hora del señor Green no puedo saltarme horas, ojalá pudiera darme ese lujo. La verdad es que la lengua y literatura nunca a sido de mis fuertes, curiosamente soy más de matemáticas. Por el camino vamos dejando a Lucius y Gaby en sus respectivos destinos, pues a diferencia de Emily y yo, ninguno compartimos curso.

Cuando Emily y yo llegamos al aula parece que todos han decidido tomar su descanso de 5 minutos entre clase y clase, hasta el señor Gregory Green, así que Emily y yo aprovechamos para colarnos en el aula. Aunque intentamos pasar desapercibidas, hay una mirada que no pasa desapercibida, haciendo que me de un escalofrío.

No es por ser pájaro de mal agüero, ni siquiera por ser borde como es de costumbre es que simplemente Melody no me da lo que es buena espina precisamente, incluso antes de que si quiera Emily hiciera acto de presencia.

Hay algo en esa sonrisa que no deja de ser cínico y no me gusta ni un pelo, sobre todo teniendo en cuenta que parece vigilar cada paso que da Emily. Decido no darle importancia por ahora y me dirijo al final de la clase junto a la rubia. Nuestro amado profesor no tarda en hacer acto de presencia en el aula.

Ya en nuestros pupitres, aunque se que debería prestar atención, saco la libreta donde escribo cosas varias y tomo un bolígrafo cualquiera. Desde ese mismo instante la voz de Green comienza a ser un murmullo de fondo que si no me deja dormida es de milagro. Intento centrarme en lo que garabateo en mi libreta pero sinceramente nada tiene demasiado sentido y me siento mal por ello. 

Es el último curso de secundaria y aún no sé que hacer con mi vida. Aunque sé que aún no tengo la presión de elegir ya (sobre todo porque no tengo dinero para la universidad) eso no hace que el tema quite peso sobre mis hombros. Últimamente, en mi cabeza no estoy yo como prioridad, pero porque cada vez que lo estoy me agobio y no sé como aclarar todo este desastre que hay en mi cabeza. 

Levanto por un segundo la mirada y miro hacia fuera, finalmente veo un pájaro rojo posarse en la ventana del aula y lo miro con curiosidad haciendo que poco a poco, el que hasta hace nada el que era un barullo de fondo, vaya desapareciendo quedándome ensimismada viendo al pequeño pájaro.

—Señorita Bianchi— Oigo como si fuera un golpe seco.

Me asusto.

—¿Sí?

—¿Qué tipo de verbo es el que usted ve escrito en la frase de la pizarra si se puede saber? ¿Comparte la opinión de su compañera de que no encontramos antes una oración de pretérito perfecto simple?

Con desgana dirijo mi mirada a la pizarra y frunzo el ceño.

—Pretérito pluscuamperfecto, Don Gregory— Respondo segura.

Le veo abrir los ojos con incredulidad pero lo disimula rápidamente.

—Correcto señorita Biachi.

Los murmullos no tardan en aparecer en el ambiente cuando el profesor se gira a escribir en la pizarra. Dije que no se me daba bien, no que no estudiara. Aún así, muerdo el interior de mi mejilla frustrada, no sé si es que estoy harta o simplemente molesta de que crean que soy tonta, ni que fuera Almudena que no se entera de nada y ni se esfuerza por ocultarlo. Vuelvo a dirigir mi atención a la ventana donde se encontraba el pájaro pero ya no está, algo que me entristece. El resto de la segunda hora me la paso con la cabeza hundida en la libreta, no soy una persona funcional hasta la cuarta hora del día.

Suena el timbre dando por finalizadas las horas de Green con nuestra clase para hoy, algo que me hace estar aliviada pero por poco tiempo pues el diablo ha visto oportuno asomar la cabeza por nuestro aula.

—¿Qué hace el chocolatito aquí?— Cuestiona la rubia a mi derecha.

Intento ocultar mi risa y la miro divertida.

—¿Chocolatito?

—Me cae mal, esos aires de prepotencia hacen que le quiera pegar con la puerta en los morros.

Miro a la rubia orgullosa y con curiosidad.

—¿Qué?—Pregunta sin entender.

Y le entiendo, no es fácil convivir con esta parte de mi ser que se quiere tirar al piso a reír pero debe contenerse. Por inercia vuelvo a mirar hacia la puerta donde ahora "chocolatito" está hablando con Almudena. Frunzo el ceño ¿Estos dos desde cuando hablan? Para sorpresa de nadie, Marcos no tarda en girarse a mirarme con una sonrisa de oreja a oreja. Mi respuesta es una sonrisa cínica acompañado de un bonito corte de manga, algo que parece gustarle pues sus sonrisa se amplia, aunque no tarda en desaparecer.

Pues Don Andrés, el profesor de inglés, igual que yo forma parte del club odiar a Marcos a diferencia de el profesor de educación física que parece ser una de sus groupies. Marcos agacha la cabeza y se despide tan rápido de Almudena como apareció.

Don Andrés tras la salida de su némesis del aula cierra la puerta del aula de un golpe seco instalando un silencio nada usual en el aula. Lo intimidante que este hombre no es ni normal, hasta a mi me da miedo mirarle o hablar con él a pesar de tener el mejor expediente académico en su asignatura.

—Abrid el libro por la página 47 —Su voz rompe el silencio sepulcral que había instalado el mismo en el aula con su propia presencia.

Nadie decide protestar, ni si quiera Aitor, el idiota que da por saco de la clase.

Ya sabéis.


El Ladrón | ÉL (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora