Emily
—¿Estás segura de lo que vas a hacer?—Cuestiono dudosa.
—Hacía mucho tiempo que no estaba tan segura de algo.
Y...ya no hay vuelta atrás. Ruth acaba de firmar lo que yo denominaría, un pacto con el diablo porque anda que destaca ese rojo que ha elegido.
Si Ruth no fuera tan libro abierto con su personalidad, pensaría que se acaba de volver loca, sin embargo ella es así de loca siempre no solo ahora.
—Debemos esperar media hora para que el color se fije bien—Le explico mirando detenidamente las instrucciones.
—Oído cocina.
Sigo a Ruth por toda su casa, hasta llegar a su pequeño pero acogedor sofá. Para sorpresa propia estamos solas. Lo que Ruth llama correr con mucha suerte se traduce en que sus hermanos menores se encuentran esta fría tarde jugando en casa de la vecina algo que permite que el proceso de "transformación" que está viviendo Ruth sea en la más absoluta calma.
—¿No vives con tus padres?—La curiosidad es palpable en mi voz.
—Sí, pero casi como que no, mi padre se pasa mucho tiempo trabajando por una miseria y mi madre...nos abandonó hace mucho tiempo—Explica mi ¿amiga? acomodándose en uno de los dos modestos sillones amarillos que adornan la sala.
Nos quedamos calladas unos segundos en los que me permito analizar su sala de estar. Se nota que ha sido decorada por alguien que simplemente buscaba algo funciona sin ir mucho más allá. Mi atención rápidamente se va a la chica que se ha quedado dormida en su sofá.
Sonrío al ver la imagen de Ruth como un angelito cansado que no haría nada a nadie. Con solo conocerla un poco sabrías que si tuviera a Marcos delante, lo metería bajo tierra sin pensarlo.
En medio del silencio suena un teléfono indicando la llegada de una notificación, es el mío.
Lucius: Estás bien?
Dudo si contestar. No es que me sienta incómoda con él es solo que... me sentí demasiado cómoda con él en muy poco tiempo y la verdad es que eso me asusta más de lo que me gustaría admitir en voz alta.
Finalmente me desabrocho un botón de la camisa del uniforme y decido contestar.
Yo: Sí, cansada sin más.
Lucius: Estás en casa? Debo darte una cosa.
Miro la pantalla del teléfono extrañada ¿Debe darme algo? ¿El qué? Apoyo la cabeza en el respaldo del sofá intentado buscar la respuesta en mi cabeza pero no llega.
Yo: Estoy en casa de Ruth.
Lucius: Dame 20 minutos.
Le contesto con un pulgar arriba y bloqueo el teléfono. Me giro y Ruth sigue dormida, ojalá tener el sueño tan profundo. Todavía con curiosidad me quedo mirando al techo ¿Qué puede tener que darme Lucius?
Esa es la única pregunta que ronda por mi cabeza ahora mismo, menos mal que pronto tendrá respuesta porque me estoy volviendo loca.
Una nueva notificación vuelve a ser emitida por mi teléfono móvil.
Tu cita del jueves a las 4:30 p.m. ha sido confirmada con el doctor Morales.
Trago saliva, eso es en dos días.
Cuando desaparecí en el recreo creí tomar la decisión correcta pero ahora lo estoy cuestionando seriamente si debería haberlo hecho. Pero creo que ya no hay vuelta atrás, si cancelo la cita mis padres se enterarán y bastante me amargan mis pensamientos como para que también lo hagan mis padres.
Vuelvo a bloquear el móvil y el sonido de la puerta me alarma, pero no es la delantera sino la trasera. Ruth sigue dormida, así que me toca. Cuando abro la puerta Lucius está ante mi algo mojado por la lluvia.
—¿Qué es eso tan importan...?—No consigo terminar la frase del asombro.
Automáticamente mi mano se va a mi cuello el que actualmente está vacío ¿Cómo?
—¿Puedo pasar?—Pregunta en un tono calmado.
Sin mirarle a los ojos me aparto de su camino dejándole acceder a la cocina de Ruth. Lucius asoma la cabeza hacia al salón encontrándose con la vista de Ruth dormida. Sonríe tal como lo haría un hermano mayor y se sienta en una de las sillas que hay en la cocina.
Mentiría si dijera que no me gusta ver como se ha quedado su pelo mojado pegado a su frente, algo que me hace reír un poco internamente. Lucius deja mi colgante encima de la mesa que hay en la cocina y me siento frente a él. Al ver que ninguno de los dos hace nada, el acerca más el collar a mis manos haciendo que le mire directamente a los ojos.
—No tenías porque haber venido hoy, te has mojado—Rompo el silencio bajando la mirada hacia el mantel de la mesa.
—Quería, no le des más vueltas.
—¿Dónde estaba?
—Se cayó en el baño de mi casa —Responde rápidamente.
—Gracias, es muy importante para mí.
—¿Herencia familiar?—Cuestiona.
Niego con la cabeza sin mirarle. Por un momento otro silencio, este más cómodo, cae entre nosotros.
—Me lo regaló mi madre, con 14 años, después de la primera vez.
Frunce el ceño sin entender pero no pregunta y menos mal, no creo que esté lista para hablarlo con nadie más. Aun es demasiado para mi que Ruth lo sepa.
—¿Puedo?
Me encojo de hombros y se levanta para colocármelo. Con delicadeza, Lucius aparta mi pelo y me pone el collar alrededor del cuello. Por un momento, sus grandes dedos rozan ligeramente la piel de mi cuello haciendo que tenga un escalofrío.
—Creo que debería irme, dile a Ruth que ya hablamos mañana, adiós.
Esto último sale de su boca casi como un sonido imperceptible. Dudo cuando le veo tomar el pomo de la puerta.
—Lucius.
Se frena en seco, por un momento no se que decirle ¿Por qué habré hablado?
—Estas mojado.
No me jodas.
—Quiero decir, es... la casa...de Ruth pero, digo no sé— Mentalmente me doy con la palma en la frente —¿Te quieres quedar un rato?
Frunzo el labio dudosa y ligeramente arrepentida. Sigue de espaldas a mí y ahora mismo ya estoy sintiendo mucha vergüenza.
Me muerdo el interior de la mejilla ansiosa, sin aún obtener respuesta.
Creo que hacía tanto que no estaba tan avergonzada de algo de lo que había hecho.
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El Ladrón | ÉL (Pausada)
Roman pour Adolescents¿En quién te apoyas cuando nadie quiere ser tu soporte? Pasé de tenerlo todo a no tenerlo nada por una jugarreta de mi mente pero al final del día en mis manos quedó lo más importante que tengo, mi corazón. Yo podía decidir quién entraba y quién no...