A vez tus zonas seguras no son los lugares, sino las personas que habitan en ella.
Emily
6:35 a.m.
Suspiro ahora sí, más tranquila. Hace un rato que mi madre se fue y más de una hora que yo no puedo dormir pero ya dejó de molestarme desde que me puse música en los auriculares. Aunque no los saque siempre, mis auriculares siempre van conmigo allá donde voy.
Nunca sabes cuando te harán falta.
Aparte, no soporto por lo general el ruido de demasiada gente a mi alrededor y la música ayuda a disipar el ruido y los problemas.
La música es droga y sin duda es la más sana que pueda existir. Ojalá me fuera tan fácil crearla como creo mis cuadros.
Aunque ya ni eso para mí es fácil.
No he pintado nada desde que me encuentro tan mal conmigo misma y mucho menos he pintado desde que me mudé aquí. Ni siquiera he terminado el cuadro que dejé a medias antes de que todo mi mundo se hiciera añicos.
Siento una ligera presión en el pecho al recordar que hoy voy a casa de mi abuela a usar su taller principalmente ¿Y si no soy capaz de pintar nada? ¿Y si no soy capaz de pintar nunca más?
Me agarro con fuerza del pelo, pero nada mejora, la habitación me da todavía más vueltas.
Por un segundo siento que me falta la respiración, me sudan las manos y decido abrir el ventanal que hay al lado de mi cama. Trato de respirar sin hiperventilar pero al principio me cuesta.
Suspiro y me quedo viendo unos segundo mi teléfono encima de la cama.
Miro la pantalla del teléfono esperanzada, pero ningún mensaje llega. Bloqueo el móvil y lo tiro a mi cama justo antes de que unos ligeros toques en mi puerta llamen por completo mi atención.
Alaia se abre paso en mi habitación inundándose esta de cierta calidez.
—Sabía que estarías despierta así que...—Sale de la habitación para luego volver con una bandeja en las manos. —Aquí tienes—Anuncia dejando la bandeja sobre mi cam
—Gracias—Agradezco frunciendo los labios de emoción mientras me siento en la cama y tomo la bandeja.
Unas lágrimas amenazan con caer en cascada pero las contengo. La cálida mano de Alaia se posa sobre mi cabeza acariciando mi pelo con cuidado.
—¿Vas a aprovechar que no está para salir?—Pregunta refiriéndose a mi madre.
Asiento con los ojos cerrados y apoyo mi cabeza en su regazo. Dos lágrimas caen de mis ojos mientras siento la calidez que emana de la mano de Alaia acariciando mi cabeza.
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El Ladrón | ÉL (Pausada)
Teen Fiction¿En quién te apoyas cuando nadie quiere ser tu soporte? Pasé de tenerlo todo a no tenerlo nada por una jugarreta de mi mente pero al final del día en mis manos quedó lo más importante que tengo, mi corazón. Yo podía decidir quién entraba y quién no...