Capítulo 15.2

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Emily 

Exactamente ahora mismo no sé que lugar es más incómodo, si estar al lado de Lucius o mi propia cabeza junto a la triste compañía de mis pensamientos.

Desde que salimos de casa de Ruth ninguno ha tenido la decencia de emitir ni el más mínimo sonido, pero sinceramente esto empieza a pesar un poco ya.

—¿Estás bien?

Lucius me mira como si le hubiera preguntado la mayor estupidez del mundo, genial. Aparta la mirada y la vuelve a dirigir al frente.

—¿Y tú?—Cuestiona sin llegar a mirarme.

Me freno en seco.

—No jodas, yo pregunté primero.

Ríe levemente y se gira para mirarme. Frunce los labios y me quedo a la espera de que diga algo que nunca llega. Solo se queda ahí mirándome como un idiota.

—Sí, estoy bien — Contesta finalmente y vuelve a caminar.

Parpadeo unos segundos incrédula pero finalmente decido ponerme en marcha para intentar seguirle el ritmo. Y el silencio se vuelve a instalar, pero no es incómodo, totalmente lo contrario.

—Gracias—Hago una pausa arrepintiéndome por haber empezado. —Por venir digo, o sea el collar...

—No ha sido nada, solo lo encontré tirado y sabía que era tuyo.

Por instinto, mi mano va a mi cuello, confirmando que la joya sigue ahí. Seguimos andando un largo rato más en silencio, la verdad es que no hay mucho más que decir.

Y es así, como poco a poco llegamos a la puerta de su edificio. Él se para frente a la puerta del portal sin mirarme.

—Bueno...pues adi...

—Emily, si alguna vez te hice sentir incómoda lo siento, nunca fue mi intención.

Abro los ojos como platos sin saber realmente que contestar ante eso. La verdad es que la única respuesta que obtiene por mi parte es un suspiro.

—Está todo bien.

—¿Estás segura?—Cuestiona.

Asiento, pero la verdad es que no. ¿Qué le digo?

¿Qué cuando estamos cerca recibo escalofríos que me asustan? Podría estar enfermándome o encariñándome por alguien de quién realmente no conozco sus intenciones y por mucho que fueran buenas...

El mundo está lleno de buenas intenciones, pero no siempre acaba bien.

—Mírame.

Estaba tan absorta en mis pensamientos que no me había dado cuenta de que instintivamente había agachado la mirada al suelo. Al ver que no ejecuto ningún movimiento, siento como pasa la palma de su mano por debajo de mi barbilla y eleva mi cara hasta quedar mirándonos a los ojos.

Joder que intensos.

—Son de mi color favorito.

—¿Qué?—Pregunta Lucius extrañado.

—Tus ojos, que son tan verdes como la esmeralda—Contesto acercándome más a su cara.

Percibo como se le corta la respiración pero no le doy importancia. La verdad es que nunca había conocido a gente de semejante color. Los míos son más azules, mis padres son caso aparte.

Saqué los ojos de mi madre, pero nada destacable. A diferencia de mucha gente, el color azul en mí nunca despertó esa fascinación que sienten otro. Veo como Lucius se relame los labios y  me alejo sin apartar la mirada de esos ojos.

—Nos vemos mañana, supongo.

Y huyo de ahí sin mirar atrás, la verdad es que el aire de un momento a otro se ha vuelto algo espeso por así decirlo y necesito volver a mi lugar seguro.

Mi habitación.

El Ladrón | ÉL (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora