Capítulo 10

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Ruth

Mentiría si dijera ahora que no soy más ojeras que persona humana, putos niños. Me gustan pero no los que son de mi propia familia. Me froto los ojos suavemente, como mi padre llegó tarde ayer de sus turnos yo me tuve que encargar de mis hermanos mellizos y sinceramente con 6 años ya me los quiero cargar.

—Luka, por dios o dejas tranquilo a tu hermano o lo matas, pero sin términos medios coño—Me quejo.

No es secreto en el pueblo que mis hermanos siempre han sido un completo desastre y que por donde pasan arrasan como un tsunami, y no les culpo, son niños pero a veces tengo menos paciencia de la que me gustaría. Sin ganas de seguir andando al instituto agacho la cabeza agotada y resignada a un día de mierda.

TENGO SUEÑO.

— ¿Te traigo una almohada eh mi pelinegra favorita? —Pregunta Marcos desde su coche yendo a mi ritmo.

—Que te follen Marcos — respondo sin mirarle a la cara, no me hace falta.

No cualquiera tiene esa voz tan de idiota que hace que me sangren los tímpanos de solo escucharla. Por no hablar que la colonia que lleva siempre apesta a perro mojado desesperado

—Vaya ánimos tenemos desde por la mañana eh.

Freno en seco haciendo que el con su coche haga lo mismo.

—Perdón por no ser miss simpatía cuando solo he dormido una hora y media y tengo cargas familiares — digo señalando a los monstruitos de mis hermanos.

Los que por cierto se están pelando con la verja de la cancha de baloncesto.

—Luka, no por dios que te harás daño.

Voy corriendo delante de mis hermanos para evitar que salten o se cuelen por los agujeros de la verja. Reviso para vigilar si están bien y aunque podría ser peor ambos tiene el polo machado y Marín tiene un rasguño en la frente.

—Malditos niños del demonio—me quejo revisando a ver si les ha pasado algo más.

—Eh chicos, subid—les invita Marcos.

Un sonoro sí a modo de respuesta sale de sus pequeñas boquitas para posteriormente salir corriendo hacia el gran coche rojo de Marcos. Yo aún de rodillas miro perpleja lo fáciles de sobornar que son mis hermanos.

Pero yo no soy tan fácil.

— ¿Subes ya pelinegra?

—Ni muerta, antes prefiero ir haciendo autostop o que me secuestren por el camino— sentencio comenzando a andar muy decidida.

—Será cabezota.

Hago caso omiso, que diga lo que quiera pero antes me meto a monja que compartir espacio con ese idiota oscuro de metro ochenta. Aparte de burro es gigante el idiota. Me paso todo el camino hasta la escuela de mis hermanos andando tranquila hasta que el idiota de Marcos ha visto oportuno que no solo me seguiría sino que también me iba a hacer pasar vergüenza en medio de la calle.

—Venga mi amor no te enfades, solo era una amiga, yo te amo a ti.

—Pero será— me quejo pero me niego a girarme para mirarle.

—Vamos cariñito, yo te amo mucho — oigo como lanza un sonoro beso.

Algo que mi expresión cambie a ser una cara rotunda de asco. Creo que optaré por lo sano, para mis oídos y para su integridad física y me coloco mis auriculares negros para dejar de escucharle por al menos cinco minutos que es lo que queda de camino hasta la escuela de mis hermanos.

El Ladrón | ÉL (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora