Enzo miraba a Matías directamente con la boca ligeramente abierta, notó como su pulso aceleraba, el de ambos, de hecho, Enzo parpadeó muchas veces en un lapso de segundos, comenzó a mover su pierna por la ansiedad, mirando a Matías que estaba jugando con sus manos que estaban sudorosas, mordiendo ambos sus labios, quizás fue buena o mala suerte, pero justamente llegó el mesero con la respectiva comida y bebestible que habían pedido.
Con la tensión del ambiente, el mesero se sintió algo incómodo, dejó los platos y ni siquiera preguntó si querían algo más y se retiró, Enzo sintió un nudo en su garganta, un nudo que no iba a deshacerse, un dolor en el pecho que la intensidad iba subiendo una y otra vez y no iba a parar, no podía hablar, sentía que si lo hacía un gallo le saldría. Carraspeó, sin tocar la comida ninguno de los dos, Matías no tenía intenciones de hablar, sabía que tirarlo así como bomba iba a ser lo mejor que dar mil vueltas, porque así era él, directo, y creía que era lo mejor para ahorrar palabras que no servirían de nada.
Enzo dio un suspiro largo, colocando su mano cerrada en forma de puño encima de la mesa, miró a Matías y luego al paisaje de mar que tenían a su lado.
—¿Cuándo?
Recalt dudó unos segundos antes de, pero ya no podía volver atrás.
—Cuando fuiste a ver a Sofi.
El Uruguayo cerró los ojos, estaba completamente indignado, pero más que eso, estaba decepcionado, triste, quería dejar de sentir ese sentimiento negativo que toda una semana estaba experimentando, no se sentía bien, por mucho que le estuviera yendo bien en su profesión y todo el tema de la película, sentía que estaba recibiendo el reconocimiento que merecía, pero de que le servía todo eso si no podía lidiar con su vida personal. No tocó las redes sociales desde que pasó el primer problema, y ya vería correr los rumores por su "desaparición".
—¿Por qué?
Matías no respondió, no porque no quisiera, sino porque ni él entendía la razón de aquella decisión.
—Vos sabés por la mierda que estaba pasando, Matías.
—Lo sé.
—No, no sabés, claramente no tenés idea de nada.
Hubo un silencio, un silencio tortuoso para ambos, Enzo tomó un sorbo de aquel jugo de frutilla que habían pedido, para intentar aclarar su garganta y así poder emitir alguna palabra. Matías simplemente agachó la cabeza, estaba claro de que todo lo que Enzo diría, estaba bien, se lo merecía, por traicionar su lealtad y confianza.
—No quiero verte más, Matías.
Habló, acomodando sus cosas y levantándose, Matías se paró intentando hacer que volviera a su asiento, pero Enzo alejó su mano, Matías se quedó ahí, Vogrincic lo miraba con una cara de dolor que Matías nunca olvidará.
—Enzo.. no podemos destruir esto tan bonito que tene-
—Vos lo destruiste.
El menor cerró los ojos, aguantando las lágrimas que él creía que lo hacían ver como un imbecil, un idiota que no sabía lo que hacía, quería decirle a Enzo que se quedara a su lado, que no se fuera, que no lo abandonara, pero él habló primero.
—¿Qué querés que haga? Dime, decime.
Matías no respondió, era un cobarde, siempre lo fue, el que haya hecho lo que hizo con su madre o el que se haya dignado a contarle a Enzo no le quitaba ni más la cobardía.
—¿Vos creés que vamos a seguir igual después de que me hayas dicho esto?
Matías negó.
—Entonces lo mejor es terminarlo.