Kuku estaba ansioso, ¿Cómo se supone que iba a actuar normal después de lo que había visto? Sus pensamientos se vieron interrumpidos por los chicos que ya habían llegado nuevamente a la sala, se dio vuelta a verlos, asustado.
—¿Kuku? Me parece que viste un fantasma.
Dijo Enzo con una sonrisa, estaba bromeando, a Esteban no le quedo de otra que disimular, riendo falsamente con una sonrisa ladina, asintiendo y dejando las copas que Juani había traído encima de la mesa.
Juani celebraba de lo más feliz como todos sus amigos estaban en su casa, abrió la botella y sirvió a cada uno su respectiva copa.
La noche transcurría como una tortura para Esteban, incapaz de reemplazar sus pensamientos para hacer más grata la junta, fallando en sus intentos al ver lo feliz que se veía Enzo con Matías y al ver como sus sonrisas se producían cada que el Argentino hablaba.
Su amigo estaba enamorado, ilusionado, ¿Quién era él para quitarle eso? Sólo su amigo, nada más, para desgracia de Kuku.
Desgracia porque, desde que conoció a Enzo sintió algo especial por él, desde que hablaron de lo raro que eran sus apellidos, su amigo más cercano era él, pero claramente no podía hablar del problema que tenía acerca de sus desgarradores sentimientos.
Esteban pensaba que era insuficiente para Enzo, pero también pensaba que Matías no se lo merecía, y después de ver aquellos mensajes, le quedaba más que claro.
En su insuficiencia, encontraba la presencia de su olvido, el olvido que tenía Enzo en él, ya que solo se hablaban cuando Vogrincic tenía problemas con Matías.
Y ver a la persona que amas hablar de su pareja o de la persona que le gusta, es una tortura al corazón inexplicable, porque tienes que disimular que no te importa en lo absoluto cuando sientes como tus venas se desangran al no poder sentirse en el derecho de decir lo que sientes. La poca valentía que conllevaba el tener miedo al abandono y al que Enzo se alejara de él lo atormentaba. No le quedaba de otra que guardarlo, aunque cada día que lo viera, era como el agua que poco a poco se iba evaporando.
Miró hacia la ventana, ventana que reflejaba todas sus ganas de gritar como se sentía, y no solo hablaba acerca del amor oculto que sentía por su mejor amigo, sino también en general, Esteban siempre pensó que contar sus problemas era lo menor, pues siempre habían personas que tenían problemas mucho peores que los de él, así que los minimizaba. Pero Enzo lo escuchaba, y eso lo admiraba, le gustaba.
Se acercó a la ventana, aprovechando lo metido que estaban los demás en sus chistes incoherentes. Apoyó su mano en esta y su frente, se sentía mareado por el alcohol, suspiró, abriendo la ventana para que dejara pasar aire.
Como era de noche, las corrientes de aire eran más fuertes, no tanto, pero lo suficiente como para sentir aquella brisa que a Esteban lo hacía sentir vivo, sus leves mechones de cabello danzaban con el viento que lo atrapaba invitándolo a bailar.
Sintió una mano en su hombro, dándose cuenta de que era la persona con la que menos quería encontrarse, Matías. Intentó mirarlo lo mejor que pudo, pero su cara fue suficiente como para que el menor le preguntara si estaba todo bien.
Esteban negó, lo tomó del brazo y se lo llevó al baño, llamando la atención de Juani y Enzo, quienes al escuchar un "No te preocupes" siguieron en lo suyo.
Y ahí estaban, mirándose directamente, Matías estaba confundido, no entendía a que se debía tan de repente una mini reunión, especialmente con él, ya que con Esteban nunca fueron muy cercanos, ni siquiera durante el mismo rodaje de la película.
—¿Pasa algo, Kuku?
Y ahí estaba, aquel papel de víctima que Esteban veía tan de niño de veintidós que era.