CAPITULO 37 VERDADES

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VERDADES (POV INUYASHA)

Podía oír la voz de Bankotsu al fondo de mi mente. Hablaba de manera pausada e intentaba imprimirle un toque de confianza. Era así en cada sesión. Sabía de memoria lo que decía y tenía mejores cosas en las que pensar cómo ¿Dónde estaba Kag?

Ella no estaba en la sesión hoy.

Después del fin de semana en su casa no habíamos tenido comunicación, así que no había forma de que supiera que yo vendría hoy, ¿podía ser eso el motivo de su ausencia aquí?

Intente calmarme. Ella no podía estar molesta.

A pesar de su negativa ante mi pequeño deseo no estaba molesto con ella. Herido, tal vez, si. Pero no molesto, jamás con Kag.

Aun rememoraba con alegría ese domingo, cada uno de los momentos que pasamos. La gran sorpresa que me dio, inclusive me había ayudado en mi perspectiva hacia el futuro. Me había abierto una puerta hacia algo en mi vida. Y me había dado cuenta de otra cosa aún más importante. Era con ella con quien deseaba pasar cada momento, era con ella con quien quería estar. Y tal vez no sería pronto, algún día cuando ella lo desease tanto como yo.

-¿Quieres empezar tu, Inuyasha? - pidió Bankotsu y mi expresión horrorizada debió delatar el hecho que no tenía idea de lo que me estaba pidiendo.

-Perdón.... no sé qué...

-¿Dr. Bankotsu puedo empezar yo? - apuntó Cho.

-De acuerdo, hazlo tú. -acordó Bankotsu.

-Me llamo Cho Shiori y bueno estuve interna en esta clínica tres meses. Yo....

-No es necesario que digas tus razones, Shiori, hazlo solamente si te sientes lista.

-Lo estoy doctor. - Su voz sonaba segura pero sus manos temblaban en su regazo. Jamás la había visto tan vulnerable y a la vez tan fuerte. - Ya saben cómo es la escuela, presiones sociales, discriminación por esto o aquello, rumores y chismes. A algunos afortunados esto no les afecta en lo más mínimo, viven su vida en las sombra. Eso no me paso a mí. Llegue a esta 'maravillosa' escuela nueva donde todos querían ser mis amigos, pero nadie lo quería en realidad. Las chicas decían amar mi ropa, mi estilo, que era hermosa pero a mis espaldas era otra cosa. Se empezaron a rondar chismes y rumores sobre mí. Que era una zorra, una golfa y muchas otras cosas. - Rio sarcásticamente- al principio no le di importancia. Pero después las palabras se volvieron maltratos, bromas crueles, humillaciones. - unas cuantas lágrimas se deslizaron por su mejilla, se abrazaba a sí misma para evitar temblar. - Llegue a un punto que estaba aterrorizada de ir a la escuela, pero no quería decirle nada a mis padres. Ellos ya tenían suficientes problemas sin los míos. No tarde mucho en empezar a odiar mi vida, a odiar a cada persona que me rodeaba, a desear desaparecer. Hasta un día intente hacerlo. Tome un cuchillo de cocina y subí a mi habitación. Corte mis muñecas casi con apuro y me quedé tendida en mi cama esperando que todo acabara.

Paso su mano por sus llorosos ojos quitando las lagrimas. Yo también sentí la humedad invadiendo mis ojos. Ella también había sufrido. ¿Pero quién en esta sala no lo había hecho?

-Desperté en una cama de hospital, con mis padres llorando junto a mí. Me sentí peor por hacerles eso. Pase un tiempo hospitalizada, un psiquiatra habló conmigo y sugirió que me internaran por unos pocos meses. Obviamente así fue, pero no fue tan malo como yo pensé. Al menos las enfermeras hablaban y reían conmigo. Hice un amigo- dijo dirigiéndome una sonrisa a mi - Y creo que he superado un poco del miedo que se formó en mi.

-¿Cómo has sido acogida en tu casa? - cuestiono Bankotsu.

-Papá y mamá hablan conmigo cada noche, me sofocan un poco pero sé que es que se preocupan. Me cambie de escuela porque mis padres temían que volvieran a molestarme. Estoy bien en mi nueva escuela y creo que seguiré estando bien. - concluyó la señorita Cho.

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