VIII

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-¿Pasó algo?- dice Nanashi al ver al pelinaranja llegar solo.

-No, todo está bien- reniega mientras toma su espada y se dirigen al campo donde entrenaban- Hay muchos nuevos.

-Parece ser que te has ganado renombre, muchos jóvenes han decidido unirse a tu escolta.

-No es como si mi padre saliera mucho últimamente, es obvio que mis escuadras son las que hacen todo el trabajo, nadie quiere quedarse a cuidar los muros de este lugar.

-¿Discutiste con Merlín?

-¿Por qué lo dices?

-Por que eso te pone de mal humor.

-Seguramente está en “esos días” en que no se puede hablar de nada con ella, ¿sabes qué? Quizás mi padre tenga razón, a las mujeres hay que enseñarles su lugar, o luego ni quien las aguante, como pasa con mis hermanas- Nanashi suspira y se dirige a su posición, ese sin duda sería un día muy largo.

Discutir por tonterías se había vuelto habitual entre ese par los últimos meses, algo le decía al espadachín que eso pasaría tarde o temprano. Merlín ahora era más fuerte, más que cualquier caballero e incluso que el propio príncipe, se sentía confiada y los cambios de la adolescencia la hacían creer que podía comerse el mundo, tal como era Arthur a esa edad. 

La timidez de niña había casi desaparecido, cada misión parecía más un desafío personal, por mejorar sus habilidades y lucirse. Sin duda a su pupilo no le sería fácil lidiar con esa rebeldía, además estaba seguro de que había algo más.

***

-Lamento lo del…- Merlín practicaba disculparse con él, no sabía por qué se había atrevido a besarlo, quizás era todo el escenario surrealistas que habían experimentado, mientras bailaban a solas- Soy una tonta…

Frustrada se deja caer en la paja, mientras esperaba a que Arthur apareciera de su entreno. El cielo estaba despejado y azul, sus ojos dorados se pierden en él, hasta que un rostro conocido se asoma.

-Hola- le dice el pelinaranja.

-Hola- responde ella mientras sujeta con fuerza sus libros y se incorpora un poco.

-Veo que terminaste temprano tus lecciones.

-El maestro dice que ya no tiene nada que pueda enseñarme, que solo debo ser autodidacta y practicar el tipo de magia que más me interese.

-¿Cómo ese libro extraño que te regaló?

-Son aún hechizos muy complejos, me tomará años poder aprenderlos.

-Pero eres muy lista, seguro lo logras- dice sentándose con ella en la paja- Merlín… lo que pasó la otra vez… no debí…

-No tienes que disculparte, fue una tontería, me dejé llevar y… solo sentía curiosidad.

-¿Curiosidad?

-Si, ya sabes, hasta ahora solo me han tocado besos muy extraños, de chicas acosadoras y hasta de ese príncipe estrafalario que también besó a Nanashi.

-Si, eso fue muy incómodo, aunque seguramente son las costumbres de su país- ríe un poco- Como sea, yo soy el mayor, así que debí guardar la compostura contigo.

-¿Te incomodé?

-¿Te pareció que estuviera incómodo?

-No, pero… sabía que no era correcto.

-¿Qué más da? Sabes que no somos hermanos, ni nada, y prefiero ser yo antes que cualquier otro- la ve unos instantes mientras analiza a su alrededor.

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