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-Sir Lancelot du lac, ahora se te nombra caballero rango diamante del ejército real- recita Arthur mientras sostiene su espada sobre el hombro del rubio.

Habían pasado unos meses desde la batalla en Cameliard y la sala principal se llena de aplausos de los caballeros reunidos. Luego el rey procede a juramentar a los nuevos reclutas, entre ellos el pequeño Percival que ahora se unía a la legión de su padre.

-Sir Lancelot- le saluda Merlín con una reverencia, estaba usando un vestido largo, su cabello ahora crecía por debajo de sus hombros y llevaba un sutil tono de labial rosa- Entenderá que si bien su servicio militar es principalmente en el reino de Cameliard, su lealtad también debe estar con su majestad, por lo que al ser requerido debe presentarse y unirse en las labores que nuestro ejército realice.

-Por supuesto, al fin y al cabo nuestros reinos seguirán trabajando en equipo por mucho tiempo- dice haciendo también una reverencia y besando su mano, para luego firmar las hojas que Merlín le presenta.

-Tss, ese tipo- reniega Arthur quien está sentado ahora al lado de Ginebra- ¿Estás segura de quererlo como esposo?

-¿Qué? ¿Te estás arrepintiendo?- se burla ella.

-No, solo digo que me parece demasiado tosco y vulgar, le vendrían bien unas clases de etiqueta, al menos podría disimular un poco que creció en el campo.

-¿Así que tú “amiguita” te fue con el chisme de las memorias de Lancelot?

-No, no es muy difícil notarlo por su forma de hablar y comportarse, mi padre también era muy poco elegante, a comparación de mi madre.

-A Merlín al parecer no le ha costado adaptarse y se ve muy bien con esa ropa en lugar de con esa ridícula capa- dice mientras bebe un poco de champagne.

Arthur le hace un gesto y ambos se retiran al jardín del castillo.

-¿Quieres saber lo que ha dicho mi padre sobre Lancelot?- le dice Ginebra mientras se sienta en una banca y Arthur se coloca a su lado.

-Asumo que no ha tenido su mejor reacción, después de todo un caballero no es ni por cerca igual que un rey en cuanto a negocios.

-¿Y a ti no te preocupa que se burlen de que una princesa te rechazó por un simple caballero? Al fin y al cabo, las princesas suelen esperar a ser elegidas por el mejor candidato.

-Me da igual, he dicho que aún estoy joven y que quiero garantizar el bienestar del reino antes que nada.

-¿Ser un rey solitario? A tus hermanas no les debe agradar esa idea.

-Morgana sigue haciendo berrinche por qué esperaba que tú y yo nos casaramos.

-Si supiera la verdad, seguramente querría mi cabeza por haberla engañado.

-¿A qué te refieres?

-Te lo diré en confianza por qué me ayudaste, Morgana y otros nobles creen que llevo la sangre del rey que gobernó antes que Uther.

-¿Y acaso tu padre es un embaucador?- levanta una ceja.

-No, él si lleva esa sangre, pero yo no soy hija.

-¿Eh?- dice Arthur confundido

-Mi “padre” siempre quiso un varón, pero durante muchos años fui la única descendencia que pudo tener con mi madre, por eso la engañó con muchas otras mujeres, pero ninguna de ellas pudo concebir un solo hijo suyo, así que llegó a la conclusión que realmente nunca pudo tener hijos, por tanto él no es mi padre biológico.

-¿Tu madre se lo confesó?

-Si, no dijo quién era mi padre real, pero obviamente no es él- dice moviendo su mano- Y además admitirlo lo haría quedar como el hazme reír de los nobles, así que simplemente finge que nunca se enteró y ahora la idea de que su supuesta hija sea cortejada por un caballero, ya no le parece lo peor que le pudo pasar.

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