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Capítulo 22 :
❝ᴠᴇʀᴅᴀᴅ❞

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— Es mi hijo... —murmuró el castaño luego de haber oído perfectamente las palabras del menor—.

— ¿Y qué sabes si es tu hijo? Podría ser de cualquiera. —soltó con sarcasmo—. Pero, eso solo puede decírtelo ella... ¿Verdad, _____?

La de ojos verdes grisáceos no respondio. Sostuvo a Eder entre sus brazos mientras miraba fijamente al castaño tratando de buscar una explicación sin alterar más las cosas, pero solo trago saliva y bajo la mirada.

— ¿Es cierto? —le cuestionó en un murmuro—.

Asintió. Eren inhaló profundamente y sus manos se cerraron con fuerza, apartó la mirada y soltó el aire contenido. Mikasa miraba con satisfacción la escena.

— ¿Por qué?

______ lo miró buscando comprender su pregunta un poco vacía.

— ¿Por qué lo ocultaste? ¡¿Por qué no me dijiste antes?! ¡¿En qué estabas pensando?!

— ¡¿Por qué me gritas?!

— ¡Lo siento! —guardó silencio—. Pudiste habérmelo dicho, pudimos haber evitado todo esto. ¿Por qué lo ocultaste?

— ¿Te preocupa más saber eso antes que salir de esta situación?

La habitación se llenó de un silencio incómodo y la tensión iba en aumento. Mikasa no paraba de sonreír.

— ¿Por qué estás tan enojado? —se le burló—.

— ¡Cállate, Mikasa! ¡Y si, estoy molesto porque pude haber estado con ella toda mi vida si lo hubiera sabido mucho antes! —guardó silencio nuevamente—. Pude... Haber visto los primeros pasos de mi hijo, sus primeras palabras... Y que me llame papá. Mikasa... Tú me arrebataste todo eso. —la miró con molestia—.

— Y no me arrepiento de nada. —le murmuró con aún con burla—.

— Te detesto, Mikasa. Ojalá nunca nos hubiéramos conocido.

Su mirada cambió a una de sorpresa fusionada con tristeza, dió la vuelta y los dejo solos por un momento.

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— Déjame ir primero. —dijo Armin frenando a su acompañante—.

Habían llegado al domicilio de la mujer y como era de esperarse la reja estaba abierta, sin llaves. El rubio se ofreció a pasar primero, camino por el pequeño jardín y llegó a la entrada, tocó varias veces pero nadie salió, y como último recurso entró en la casa. Al menos la sala y la cocina estaban vacías, subió rápidamente a las escaleras y llegó a las habitaciones tratando de encontrar algún posible rastro de la presencia de la de ojos verdosos. Algo le sucedió, esa era su conclusión. Bajó y salió de la casa encontrándose al hombre.

— Ella no está aquí. —dijo un rubio de cabellos cortos con varias emociones presentes en su rostro, pero más preocupación—.

— Eso no puede ser posible. —dijo para adentrarse y comenzar a buscar por aquella residencia, sin ninguna señal de ella o del menor, aunque en el fondo sabía dónde estaban—.

— ¿Dónde estarán? No creo que haya podido irse tan lejos. De seguro debe de seguir en la zona. Quizás esté comprando o algo. —trató de autoconvencerse—.

El hombre no respondió, decidido tomó su móvil que se encontraba en su bolsillo y marcó un número. El rubio lo miraba con notable preocupación; sabía que su acompañante era demasiado impulsivo y no pensaba bien las cosas en situaciones así. Tenía miedo de lo que pudiese llegar a hacer. Segundos después, cuando colgó la llamada, se atrevió a mencionar palabra alguna, con voz temblorosa.

Viridity || •Eren Jaeger•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora