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Capítulo 06 :
❝ʀᴇᴇɴᴄᴜᴇɴᴛʀᴏ❞

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— Nelly, ¿Cuando has vuelto? Hacia tiempo que no estabas por aquí.

— La señorita _______ me permitió tener un descanso por vender muchos postres últimamente, pero ya me siento mucho mejor y lista para seguir con las ventas.

— Ay, linda, me alegra mucho oír eso. Bueno... Ayer pedí un paquete para llevar y aún no ha llegado a mí casa.

— La señorita _______ dijo que lo entregaría personalmente y que quería visitarla... Después de todo es su mejor clienta y la más querida por nosotros.

— ¡Que buena noticia! En todo caso... Déjame ver qué puedo llevarme de todas estas delicias.

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— ¡Eren! —le gritó la castaña a su hijo—.

— ¿Qué quieres, mamá? —dijo cuando llegó con un trapo secando sus manos—.

— Ya que estás de visita, lo que quiere decir que vas a ayudarme en la casa y en lo que te pida, hoy en la tarde vendrá una chica con un paquete, así que hazme el favor y hazla pasar.

— ¿Y porque no lo haces tú?

— Porque voy a estar ocupada, tengo que ir a buscar unas cosas. Así que hazla pasar y quédate con ella hasta que llegue.

El menor de ojos verdes no le contestó, se mantuvo en silencio tratando de no cuestionarle y no negarse a su orden. Mordió el interior de su labio inferior y volvió a secarse las manos —a pesar de que ya estaban secas desde antes— en un intento de quitar el estrés que sentía en ese momento. Pues desde que llegó, su madre lo había estado usando como sirviente para los quehaceres de la casa; motivo por el que traía el trapo en sus manos junto a un mandil color crema.

— Bueno, eso es todo lo que tenía que decirte. Ahora mismo me iré pero, por favor, termina con las cosas que te encargue.

— Si, mamá. —dijo sin ganas apunto de renunciar a las cosas—.

— Si Mikasa estuviera aquí, tengo por seguro que ella ayudaría sin quejas. —mencionó tomando las llaves de un mueble cercano a la puerta—. No te olvides de abrirle a esta chica, viene en la tarde... Si no lo haces lo sabré. Ya sabes que te conviene. —dijo y se marchó dejando a su hijo casi solo—.

A pesar de que el castaño ya contaba con veintiocho años, su madre lo seguía tratando como un adolescente de quince, o quizás hasta como un niño de diez años, pues la realidad es que sabía perfectamente como actuaba su único hijo, lo que incluía que sabía que haría luego de que ella se marchara; dejar las cosas e irse a distraer hasta que volviera de quién sabe dónde.

— Es bastante gracioso que Carla solo te use a ti como su sirviente. —dijo chistoso su hermano bajando las escaleras—.

— Sabes que ella jamás te pediría que hicieras algo. —le contesto molesto mientras se desataba el nudo detrás de su espalda—. Además, eres más flojo que la tortuga de papá.

— Que envidia esa tortuga, tiene la vida resuelta y nadie le dice que hacer.

— A ti tampoco. —y pensó unos minutos y sonrió—. Oye, Zeke.

— ¿Qué vas a pedirme? —desconfió de lo que vendría a continuación—.

— ¿Crees que... puedas abrirle a una chica que vendrá hoy? —dijo esperanzado sosteniendo el mandil con fuerza—.

— No. —y antes de que empezara una discusión continúo volviendo por dónde vino—. Te lo encargaron a ti, así que hazte cargo. Nos vemos, hermanito, ojalá disfrutes de la visita y de limpiar el lugar.

Maldijo en cada idioma que conocía a su propio hermano por ser tan egoísta y por ni siquiera molestarse en ayudarlo a limpiar, quizás lo mínimo que podía hacer era aunque sea preguntarle si lo ayudaba; él también visitaba la casa de su padre después de todo. Aún así se resignó, dejó el mandil en el sillón y a su lado se sentó, suspiró y cerró los ojos.

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El tono de un celular se escuchaba por cada rincón de la casa, entre el silencio y las paredes que producían un eco. Llevaba un buen rato sonando y nadie lo atendía y eso molesto a la persona que intentaba comunicarse. El rubio, cansado de escuchar ese ruido, pensando que era una forma de venganza de su hermano por lo de hace un rato, bajó molesto. Al estar ya dónde lo vió por última vez, lo encontró durmiendo abrazando uno de los cojines.

— No puede ser cierto. —dijo para tomar otro cojin y lanzarlo con cierta fuerza que logró despertar al castaño asustado hasta que vió la situación—.

— ¿Cuál es tu problema?

— ¡Atiende el maldito teléfono, Eren! —le gritó para volver de nuevo a la que solía ser su habitación—.

El castaño tomó el móvil entre sus manos y al ver quién lo llamaba atendió con rapidez y susto.

— “¡¿Puedo saber que haces que no abres la puerta?!”

— ¿Qué?

“¡Te pedí que le abrieras a una chica, ella está esperando desde hace veinte minutos! ¡En un momento estaré llegando!

— ¡Lo siento! —gritó—. ¡Ahora mismo iré, adiós! —le cortó y corrió a la puerta de entrada—.

Cuando abrió se encontró con una chica, al parecer de su misma edad, sentada sobre el cantero grueso de cemento que estaba en la entrada decorado con un par de flores blancas. El sol se reflejaba en sus cabellos haciéndolos más brillosos; aún estaba distraída mirando al otro lado de la calle con una caja sobre sus piernas. Carraspeo para llamar su atención, a lo que volteo asustada por el repentino ruido casi detrás de ella.

En ese momento que tuvieron un pequeño contacto visual, el tiempo pareció ir más lento. El castaño se quedó embobado mirando a la chica, pues podría olvidar cualquier cosa pero ese tono de ojos verdes oscuros grisáceos jamás podría quitárselo de la mente, ni de lo más profundo de ella, aún así se permitió dudar sobre la identidad de la chica frente a sus ojos. Ella se permitió hacer lo mismo.

— Ahm... Venía a entregarle un paquete a la señora Carla. Sé que no se encuentra, me lo dijo.

— Ah, si... Me pidió que te hiciera pasar, así que, por favor... —dijo haciendo una seña con su mano—.

— Gracias... Pero prefiero entregártelo a ti e irme, no es de grosera, pero tengo el día ocupado.

— Ahm, claro pero Carla pidió que te hiciera pasar, quería hablar contigo cuando volviera en un rato.

— ¿Seguro? No quiero molestarte.

— No, adelante por favor.

Viridity || •Eren Jaeger•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora