Miranda es la amiga perfecta, siempre lista para ofrecer un consejo y ser el refugio emocional de quienes lo necesiten. Sin embargo, detrás de esa fachada se oculta una joven solitaria que solo ha experimentado un beso en toda su vida y, marcada por...
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La semana transcurrió de manera tranquila en la universidad. Aurora no se equivocó al decir que los profesores darían más presentaciones que clases. Lo único interesante que hice en los últimos cuatro días fue explorar las áreas de la inmensa universidad.
Descubrí gracias al hermano de Aurora que el establecimiento no solo otorga espacio al área de especialización psicológica, sino también comparte el campus los fines de semana con grupos de atletas locales de otras universidades. La ciudad tiene muchos lugares disponibles, pero la Universidad L.O.V.E es la más apta para aquellos deportes que necesitan un campo abierto amplio, como el rugby, el fútbol y la arquería.
–Miren a esas bestias salvajes chocando unos con otros ¿No es el verdadero ejemplo de testosterona siendo liberada?
–Peggy pásame las palomitas– Aurora ignora el comentario de su amiga y extiende su mano, sin quitar en ningún momento la mirada del campus.
–No entiendo las reglas del juego– un bostezo se me escapa al terminar la frase.
–Mimí las reglas no importan. Solo mirá a esos esculturales cuerpos sudorosos.
No tengo que mirarla para adivinar que se está relamiendo los labios como cachorro frente a un trozo de filete. Aparto mi atención de los jugadores de rugby y observo los hábiles movimientos de Alex a mi lado. Anota en su libreta todo lo que sucede en el juego a una velocidad desorbitante. No entiendo como es que puede hacerlo sin siquiera mirar el papel.
–Aurora dile a tu hermano que parpadear no le hará daño.
–Lo estoy haciendo, lo juro– dice sin mirarme por supuesto.
–Pareces un neurótico adicto a la cafeína y al rugby ¿Duermes bien?– pregunto acercándome a él para mirar más de cerca lo que escribe.
–El entrenador dice que un buen descanso es igual a un buen estado físico. Duermo lo que debo, no te preocupes enana.
Cuando Aurora comenzó a llamarme "Mimí" su hermano me buscó un apodo menos original.
Alexander es extremadamente más alto que yo. A sus 24 años no se puede negar que tiene el estado físico perfecto para ser jugador profesional de básquet. Su metro noventa sería ideal para ello. Sin embargo, es difícil entrar al equipo de rugby si no se cumple un determinado peso de masa muscular. Otro detalle además de su estatura es el hecho de que él ha estado intentando por años subir de peso. Es por eso que se la pasa estudiando juegos de equipos ajenos, en especial de los que practican en el campus de mi universidad.
–¡Eso es!– el pelinegro arroja a un lado su libreta y se para de las gradas para aplaudir. El juego terminó y su equipo favorito ganó.
–¿Los vamos a felicitar?– propone Aurora con una mirada pícara –Alex conoce a la mayoría de ellos.
–Si quieren ir nos tenemos que apresurar. El equipo de arquería llegará en cualquier momento y son bastantes estrictos con los horarios– explica el chico.