• 𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 9•

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–No puedo creer que haya aceptado hacer esto

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–No puedo creer que haya aceptado hacer esto.

–Eres una maravillosa mujer– me mira de reojo mientras conduce su auto hacia la casa de Cooper –Por eso no dejarás que Aurora salga con un tipo así.

–Alex, vamos a entrar a una casa en medio de la noche ¿Entiendes eso? ¡Es un crímen maldita sea!

–Sí, lo es. Me tomé la molestia de traer todo lo necesario– habla con orgullo.

–Si estamos en lo correcto, y Cooper es una especie de narcotraficante, será extraño intentar separarlo de Aurora. Habitualmente haría lo contrario.

–Ya lo veremos. Tendremos vía libre mientras que Aurora y él estén en su cita en el parque. Por lo que me contó irán a la mansión después de comer. 

–¿No sospecha nada de lo que haremos?

–Claro que no. Está embobada por ese tipo. Se creyó sin problemas mi cuento de que quería la dirección de la casa para saber donde estaba en caso de emergencia.

Estaciona el auto a una cuadra del lugar para no ser vistos en caso de escape. Caminamos casualmente por la acera del barrio privado, y seguramente el más caro de la zona. Casi se nos cae la boca de la sorpresa al llegar.

–Santa virgen de la elegancia...Mira eso– silba encantado –Esperemos que tanto lujo se deba a negocios legales.

La lujosa casa de dos pisos se alza majestuosamente en medio de un exuberante jardín meticulosamente cuidados. Su fachada de piedra beige le da un aire imponente pero al mismo tiempo naturalista. Alrededor hay un par de árboles, en el frente tiene grandes ventanales de cristal que permiten la entrada de la luz natural y seguramente ofrecen vistas panorámicas espectaculares.La entrada principal además está flanqueada por columnas imponentes y una puerta doble de madera maciza adornada con intrincadas tallas. El camino de entrada, pavimentado con piedra pulida, lleva a una fuente de mármol que añade un toque de elegancia al paisaje.

Alex y yo salimos de nuestra ensoñación para volver a lo que vinimos hacer.
Nos acercamos sigilosamente a una de las ventanas laterales, apenas iluminada por la débil luz de la luna. Alex, ágil y decidido, lanza una soga alrededor de una columna cercana. Con la destreza de un ladrón profesional la amarra y la lanza hacia arriba, asegurándola en un brocal resistente que sobresale de la ventana del segundo piso.

Soy la primera en escalar. Con cuidado asciendo por la soga, cada movimiento es calculado. Que suerte haber pensado en traer ropa cómoda para este tipo de actividades.
Una vez en el segundo piso, aseguro la soga y espero a mi compañero de espionaje. Alex trepa mucho más rápido que yo y juntos ingresamos a la mansión.

–Tú busca por aquí, buscaré su habitación. Nos encontramos en diez minutos junto a la ventana– me entrega una pequeña linterna, él tiene una igual.

–Hecho.

El interior de la casa no se queda corto con la sofisticación. Al parecer llegué a la sala de estar. Las paredes son blancas y los suelos de madera pulida, con sofás de cuero negro dispuestos alrededor de una mesa de centro de cristal. Un gigantesco cuadro abstracto cuelga discretamente en una de las paredes, integrándose perfectamente con la decoración. En algunas esquinas hay plantas de interior, son el único toque de color en el lugar. 
No me extraña el hecho de que no haya ningún aparato tecnológico como televisión o equipo de audio. Cooper no tiene celular a pesar de tener mucho dinero, eso habla de la opinión que tiene de la tecnología moderna.

Avanzo un poco buscando algún mueble con cajones en donde se puedan esconder paquetes ilegales.
Sin darme cuenta de un pliegue levantado de la gran alfombra gris, tropiezo. Caigo al suelo provocando un sonido suave. Con el corazón acelerado, me quedo quieta, pero al recordar que no hay nadie más que Alex en casa, me recupero lentamente.
Al estar en el suelo y ver hacia arriba me doy cuenta de una pequeña figura de cerámica muy colorida en un mueble de la esquina de la habitación. Me levanto con curiosidad.

La figura en realidad es un pequeño ángel con un arco y flecha. Al parecer es una representación tierna del dios del amor, Cupido. El ángel desencaja con la sofisticada decoración sin colores de la sala. Quiero mirarla más de cerca así que me atrevo a tocarla e intentar sacarla de su lugar. Para mi sorpresa la figura desaparece bajando lentamente por un hueco de la madera. En su lugar aparece una palanca.

>>Parece una mala idea tocar algo más en esta habitación, pero teniendo en cuenta que estoy cometiendo un crimen al entrar a una casa durante la noche sin que el dueño sepa, tirar de una palanca misteriosa parece cosa insignificante<<

Al tirar de la palanca, la estantería de libros ubicada a mi izquierda tiembla. Ante mis ojos el mueble completo se mueve hacia atrás dejando a la vista un pequeño pasadizo oscuro.
Sin darme cuenta, acabo de activar un mecanismo.

Intrigada, no puedo evitar acercarme. Me encuentro con una escalera que desciende hacia más oscuridad. Mi corazón late con fuerza, pero la curiosidad supera cualquier temor que pudiera sentir.
Desciendo con cautela y linterna en mano. Al final de la escalera, varias antorchas al rededor se encienden como por arte de magia. Casi grito del susto.

La sala es completamente diferente al resto de la casa, parece estar congelada en el tiempo. No es más grande que mi cocina pero da la impresión de tener kilómetros de cosas por descubrir.
Las paredes son de mármol amarillento, con algunas esculturas humanas dibujadas en ella.
El lugar está repleto de objetos antiguos, desde muebles hasta libros polvorientos y reliquias olvidadas. Pero lo que más me sorprende es un escritorio lleno de pequeños frascos de vidrio iguales a los que vi el día del incidente en el cine. Parece una especie de taller de alquimia. Cuando me acerco tomo un par de hojas amarillentas de la mesa y leo en voz baja lo que dice una de ellas.

"Infusión de flores tristes": Una poción muy útil si quieres que alguien con el corazón roto se sienta mejor. Cuidado, es necesario que se suministren solo tres gotas. En caso de excederse con la cantidad, la persona que lo bebió puede jamás volver a experimentar tristeza de cualquier tipo.

Dejo la hoja en su lugar.
Muchos cabos sueltos comienzan a tener unirse en mi cabeza al haber leído la palabra poción.

Trato de recobrar la compostura y seguir analizando la habitación.
Entre las sombras, más lejos del escritorio, diviso un enorme cofre antiguo, adornado con inscripciones en una lengua que no reconozco. Tal vez sea latín.

Cerca de las escaleras presto atención a una hilera de flechas de oro enmarcadas en la pared. Cada flecha está protegida por un vidrio y tiene escrito, en la parte inferior, distintos nombres.

–Helena de Troya y Paris; Marco Antonio y Cleopatra; William Shakespeare y Anne Hathaway– leo los nombres con asombro. Me detengo frente a una que me sorprende de sobremanera –Hitler ¿Qué carajos? ¿Por qué Cooper coleccionaría flechas con nombres de personas influyentes?

Deseo llamar a Alex. No tengo idea de cuánto tiempo ha pasado desde bajé y siento la necesidad de compartir esto con alguien. Lamentablemente mi celular no tiene señal aquí abajo.

Algo interior me impide sacar fotos de lo que he descubierto, por lo que guardo el aparato en mi bolsillo y decido que ya es tiempo de irme. Subo las escaleras y tiro nuevamente de la palanca. El mueble regresa a su posición inicial, la palanca baja y el pequeño Cupido sube.
La sala está como si nada hubiese pasado, a excepción de un pequeño detalle cerca de una de las macetas. Creo no haberla visto antes.

Es una hermosa pluma color blanca, de unos 30 centímetros.

–¿Qué tipo de ave tendrá este tipo de plumas tan grandes y perfectamente limpias?– la hago girar en mis manos mientras la acerco a la linterna.
Un brillo espectacular me hace cerrar los ojos bruscamente. Apago con miedo la linterna pensando que alguna luz fue encendida, pero al abrir los ojos veo que no es así. Todo volvió a la normalidad en un segundo.

Confusa guardo la pluma en mi bolso y voy hacia la ventana por donde vine.
Intento calmar mi pulso antes de bajar. Una vez que los latidos de mi corazón se regulan, abro la ventana y saco con cuidado mi cuerpo de la mansión. Mis pies tocan el borde, no espero más para agarrar con fuerza la soga y bajar con seguridad por ella.
Desato la soga y la guardo en mi bolso. Camino con sigilo por el jardín sin despegar el cuerpo de las paredes.

–¿Miranda?

Escuchar la voz de Cooper me deja petrificada en el lugar. Siento que estoy a punto de tener un ataque de pánico.

Es todo. Hasta aquí llegué.

Cupido No Se EnamoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora