Miranda es la amiga perfecta, siempre lista para ofrecer un consejo y ser el refugio emocional de quienes lo necesiten. Sin embargo, detrás de esa fachada se oculta una joven solitaria que solo ha experimentado un beso en toda su vida y, marcada por...
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Llego a la casa de Aurora en bicicleta, temiendo que me alcance la lluvia anunciada por el pronóstico del clima. Con mochila en mano toco el timbre de la casa. Una, dos, tres veces pero nada. Suspiro y busco la llave de emergencia que guarda la familia en un ladrillo suelto cerca de la puerta. He venido tantas veces aquí que me confiaron el secreto.
–¿Hola?– cierro la puerta detrás de mí –¿Aurora? ¿Alex?
Lo primero que veo al entrar en la cocina es una nota en el refri.
"Nos invitaron a un partido de Golf. No nos esperen temprano. Los queremos, mamá y papá"
Dejo el papel en su lugar sin sorpresa alguna. Los padres de Aurora y Alex siempre están fuera de casa, ya sea por su trabajo— son vendedores de bienes raíces— o porque simplemente uno de sus amigos ricos los invitaron a un viaje a Miami.
–¡Chicos! ¿Están aquí?– salgo de la cocina y voy hacia las escaleras –¡Más te vale no cancelar la tarde de juegos Aurora!
Al estar frente a la habitación de ella, toco la puerta con insistencia.
–Amiga ¿Se puede entrar?
Frustrada al no oír un solo ruido entro. Lo primero que veo es a Aurora acostada en su cama. En el suelo hay ropa que reconozco como su ropa, esparcida por doquier igual que un montón de maquillaje sobre el tocador.
–Aurora despierta– me siento en el borde de la cama.
La chica suelta algunos quejidos y aleja mis manos cuando intento zarandearla. Decido destaparla, ahí es cuando abro las cejas sorprendida.
–Ok. Estás en ropa interior. Tu noche estuvo interesante.
–Cooper no quiso– responde con los ojos cerrados –No quiso tocarme.
–¿Lo invitaste a la fiesta?
Aurora abre los ojos y me toma de los hombros con una expresión de loca. Las palabras salen de su boca más rápido de lo que hubiera creído capaz de una persona que acaba de despertarse un sábado en la mañana.
–Sí. Bailamos toda la noche, nos besamos, lo traje aquí; ¿y sabes qué hice? Me desnudé frente a él ¡¿Y sabes lo que dijo?!
–Ilumíname, desquiciada.
–Pidió ir más despacio.
–Suena a lo que diría una persona normal ¿Estabas borracha en ese momento?
–No. Luego de que me arropara y se fuera, me emborraché– dice mientras me suelta lentamente.
