Mi mano queda suspendida en el aire cuando estoy a punto de tocar el timbre. Al mismo tiempo tomo aire intentando ganar valor.
Una semana había pasado desde que descubrí el secreto de Cooper. Semana en la que traté de evitar a Aurora en la universidad. Paradójicamente al estrés que comencé a tener por ocultarle cosas, ella comenzó a rehacer su rutina luego de la "ruptura" con Cooper. A pesar de lo que creía, Aurora retomó su buen humor con mucha facilidad. Incluso comenzaba a creer que algo se guardaba entre manos para reconquistar a Cooper. Eso no era para nada bueno, pero me sirvió todos estos días para poder evitarla.
Pero ya no puedo más. Debo decirle todo o mi cabeza terminará por explotar.
>>Vamos Miranda, no es tan difícil. Es tu mejor amiga. Puedes contarle lo que sea<<
Estaba a punto de presionar el botón, cuando la puerta se abrió. Una rubia esbelta con vestimenta elegante me sonríe.
–¡Miranda!– con gracia se retira sus gafas de sol y me abraza efusivamente.
–Hola Liliana– sonrío de vuelta –No sabía que estabas en casa.
–Regresé de mi viaje esta misma mañana. Marcus regresó anoche. Ya sabes, estamos casados pero nuestros horarios hace mucho que se divorciaron.
La madre de Aurora me invita a pasar a la casa. Al poner un pie en el interior percibo un delicioso aroma a comida casera. Podría apostar que le pidió a la cocinera preparar la comida favorita de Aurora. Es casi un ritual que lo haga cuando alguno de sus padres regresa de un viaje.
–¿Aurora está arriba?
–La envié a comprar un par de recados que nos hacen falta para esta noche.
Me siento con el ceño fruncido en el sofá.
Parecería algo común que Alex y Aurora cenaran con sus padres, pero es algo que pocas veces sucede. De hecho, en mis años de amistad solo una vez he comido con todos en la misma mesa.–¿Es el cumpleaños de alguien y lo olvidé?– pregunto de manera cautelosa.
–Oh no. Tu recuerdas cada uno de nuestros cumpleaños, incluso antes que nosotros– de manera casi distraída comienza a acomodar los almohadones que hay junto a mí –Esperamos invitados, será una pequeña cena familiar. Todo es un caos ¡Me voy unos días y estos chicos desordenan todo!
Asiento sin mucho entusiasmo. Resignada me levanto.
–Está bien, no te molesto entonces. Fue lindo verte Lili.
–El gusto es mío, querida– me sonríe y me acompaña hasta la puerta.
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Antes de regresar a casa paso por una tienda de mascotas y compro comida para Leo. Siento algo de culpa por descuidarlo estos últimos días.
Recuerdo que las mascotas que tuve en el pasado no duraban mucho, como Gerald el pez—que tuve a los 5 años— o Alfred, el San Bernardo que tuve a los 12. Mi emoción por Gerald duró unos días. Terminó siendo alimentado por mamá ya que yo olvidaba hacerlo. Dejó nuestro mundo meses antes de mi cumpleaños número seis.
Mientras tanto, Alfred llegó a mi casa años después. Lo rescatamos de la calle. El pobre rápidamente se hartó de que lo utilizara para emparejar a desconocidos en el parque. Era interesante ver como muchas mujeres caían ante el primer hombre que tratara bonito a una niña y a su perro.
Un día mi mamá me ordenó cuidar por un par de días el canario de Aurora, llamado Pedro, en honor al chico que le gustaba a mi amiga en ese entonces. Pedro y Alfred no se llevaban bien. Me dieron instrucciones precisas de no dejarlos solos mucho tiempo.
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Cupido No Se Enamora
Roman d'amourMiranda es la amiga perfecta, siempre lista para ofrecer un consejo y ser el refugio emocional de quienes lo necesiten. Sin embargo, detrás de esa fachada se oculta una joven solitaria que solo ha experimentado un beso en toda su vida y, marcada por...