Capítulo 2: Primera Impresión

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_______ Riley estaba inclinada bajo el capó de un viejo coche, rodeada de herramientas. Era uno de esos días en los que pensaba que las horas no tenían suficientes minutos. El día siguiente sería el inicio de un largo fin de semana, debido a la fiesta de la independencia, y tenía el triple de clientes que necesitaban gasolina de los que tenía en un día normal. Rayleigh había llegado a media tarde y le explicó que le había prometido a su mujer que la llevaría a visitar a su hermana, pero últimamente había tenido muchos problemas con su coche y le preocupaba que fuera a estropearse a mitad del camino. Teniendo en cuenta todos los otros trabajos que debía atender, _______ había estado a punto de negarse a arreglar el coche de Rayleigh, pero él era un antiguo cliente y, además, amigo. Y ella necesitaba el dinero.

Con tres personas en la familia que dependían de ella, siempre necesitaba dinero, pensó, sintiéndose cansada mientras miraba el reloj. Las ocho y media y aún tenía que engrasar el coche. En circunstancias normales habría cerrado a las ocho y habría acabado el trabajo el día siguiente, pero le había prometido a Rayleigh que le entregaría el coche ese mismo día.

El timbre sonó, indicando que alguien había puesto en marcha uno de sus surtidores de gasolina. Había estado tan concentrada en el arreglo del coche de Rayleigh que había olvidado cerrar los surtidores y apagar las luces de afuera.

—Oh, bien, una interrupción más —murmuró molesta, mientras se limpiaba el exceso de grasa de las manos sobre su mono y salía.

Como era verano, los días eran muy largos y el sol se estaba poniendo tras las montañas del oeste. Pero _______ no notó el color del cielo porque sus ojos se posaron en el cliente que salía de un magnífico coche plateado aparcado a un lado de los surtidores de gasolina. Parecía fuera de lugar en aquel pueblo tan pequeño de Maine.

Calculó que su camisa, pantalones y zapatos costaban más dinero que todo su guardarropa. La preocupación se reflejó en su anguloso rostro. Probablemente estaba perdido, pensó ella mientras sacaba un trapo rojo del bolsillo trasero de su mono para terminar de quitarse la grasa de las manos.

El hombre frunció aún más el ceño cuando ella se acercó.

—No creo que esté usted cualificada —le dijo.

La chica había oído la misma queja de labios de muchos turistas, pero el tono de voz de aquel hombre, unido a su propio cansancio, hizo que sus ojos relampaguearan de rabia.

—Estoy tan cualificada como lo necesitan mis clientes.

Donquixote Doflamingo miró detenidamente a la mujer que tenía frente a él, desde su cabello (Tu color de cabello y tamaño) hasta los curiosos ojos (tu color de ojos) que lo miraban con evidente irritación, para bajar después por el cuerpo de (Tu estatura) centímetros vestido con un mono que escondía sus curvas... si es que las había.

Demonio de padre, maldijo en silencio, volviéndose a preguntar si Homing hablaba enserio respecto a su matrimonio con aquella mujer.

—Supongo que tiene razón. Llene el depósito.

Ella estuvo a punto de decirle que los surtidores de gasolina estaban cerrados y que así permanecerían durante toda la noche. Aquel hombre la miraba con la misma arrogancia con que miraría a un insecto al que le encantaría pisar. Pero los negocios significaban dinero y sacó la manguera del surtidor de gasolina para llenar el depósito.

Apoyado en el coche, Doflamingo desvió su mirada de la mujer y la dirigió al garaje. Era viejo y necesitaba reparaciones, sin embargo, estaba limpio y ordenado.

Al Mejor Postor - Donquixote Doflamingo X READER 💗🦩🍋Donde viven las historias. Descúbrelo ahora