• 𝘐𝘯 𝘋𝘦𝘣𝘵 • 𝘒𝘢𝘳𝘭𝘕𝘢𝘱𝘐𝘵𝘺

𝐹𝑟𝑜𝑚 𝑡ℎ𝑒 𝑎𝑠ℎ𝑒𝑠

Agosto 25 - 19:30 horas
Kinoko

Después de su agotadora charla con sus amigos y una buena golpiza de parte del británico, el azabache salió del edificio y caminó sin rumbo por Kinoko.

Estaba atardeciendo y poco a poco las calles se iban vaciando, de cierta forma, eso lograba calmarlo un poco.

Ahora mismo lo que menos quería era ruido, o algo que lo perturbara en general.

Así pues, un par de minutos más tarde llegó al parque en el que alguna vez caminó de la mano con Karl, extrañaba la sensación de las manos heladas del castaño contra las suyas.

Aunque ya debería haberse olvidado de eso.

Se sentó en una banca alejada del centro del parque, al atardecer pintaba todo de un color naranja intenso que de cierta forma lo incomodaba.

Se veía casi del mismo color que el fuego.

Estaba agotado, así que cerró los ojos un rato.

)|—• KarlNapIty capítulo XXXVII •—|(

Ya era tarde.

Corría lo más rápido que sus adoloridas piernas se lo permitían, acudiendo al llamado del mayor tan rápido cómo pudo.

Cuando las calles comenzaron a hacerse más familiares su desesperación creció, quería llegar ya. Ellos lo necesitaban.

Los gritos de la muchedumbre lo hicieron acelerar, juraría que sus pulmones estaban al borde del colapso, el aire frío le quemaba y ya estaba jadeando.

Su preocupación creció aún más cuando un extraño color naranja comenzó a iluminar levemente las calles, intensificandose a medida que avanzaba.

A medida que se acercaba a su casa.

Al llegar, todo lo que pudo ver fue a un montón de gente reunida, algunos tenían cubetas con agua que inútilmente arrojaban a la construcción ardiente, otros solo miraban.

— ¡Bad!, ¡Skeppy! — Gritó, casi desgarrandose la garganta, la mirada de algunos curiosos se posó sobre él, más no le importó en lo absoluto cuando sin pensarlo dos veces corrió hacia el interior de la casa.

Hubo varios gritos y algunas personas trataron de interponerse, pero los empujó y pateó la puerta, dejando salir todo el humo el cuál golpeó su rostro y lo hizo toser.

Más no se rendiría.

Cubrió su boca y nariz con la manga de su sudadera negra y entró, el humo no lo dejaba ver y comenzaba a picar en sus ojos, obligándolo a parpadear constantemente mientras avanzaba.

Todo a su alrededor era irreconocible, todos sus recuerdos, sus momentos felices, todo por lo que sus padres se habían esforzado.

Ya no quedaba nada.

— ¡Papá!, ¡Padre!, ¿¡Me oyen!? — Espetó mientras subía las escaleras lo más rápido que podía, ya que al ser de madera éstas se estaban consumiendo y quebrando bajo su peso.

Cuando llegó al piso de arriba comenzó a toser violentamente y cayó al suelo, el humo era tan denso que no podía ni respirar, el dolor de las quemaduras en su cuerpo lo mantenían despierto.