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Me despierto sobresaltado y veo que la habitación está
demasiado iluminada cómo para que todavía sea de
madrugada. Estoy aturdido. A tientas, busco mi celular en la mesita de noche y por fin, mi mano dá con él. Lo desbloqueo para echar un vistazo al reloj: son las nueve menos cuarto.

¡¿Qué?! ¡Si hoy empezamos a las 8! Abro mucho los
ojos, horrorizado. ¿Cómo es posible que me haya dormido?
Santo cielo... Salgo de la cama y vuelvo a caer en la cama por el intenso dolor en mi espalda baja. A duras penas me vuelvo a levantar y me meto en la ducha sin
perder un segundo.

Mierda.

Y todavía tengo que plancharme la ropa. Qué desastre.

¿Porqué no me organizo mejor?

Me ducho en tiempo récord, cojo la ropa que me voy a
poner y me visto a toda prisa. Voy de un lado para el otro de la habitación, me muevo rápidamente ya que después de echarme la crema en el trasero el dolor aminoró bastante y me maquillo un poco mientras busco los zapatos.

Los boxers de Emilio están por el suelo. Los recojo y
los guardo en mi maleta. Busco la llave de la habitación, pero no doy con ella, así que desisto y decido que será mejor que pida otra en la recepción ésta tarde. Cojo el bolso y salgo escopeteado.

10 minutos después, entro en la sala de conferencias a
paso veloz. Todos están en sus asientos y escuchan con atención a una ponente.

Resoplo y jadeo. Cientos de ojos se posan en mí.

- Hola - resuello -. No sé qué ha pasado... No me ha
sonado el despertador. - Me encojo de hombros -. Siento
llegar tarde.

La ponente me señala una butaca.

- No pasa nada. Siéntate, por favor.

Paso por delante de la gente y me siento en la última fila.
Porras. Tierra trágame. Estoy dando una imagen pésima y
nada profesional.

Entonces, veo a Emilio entre la multitud. Se está
mordiendo el labio inferior para no reírse mientras escucha el discurso con atención. Sin embargo, no me mira ni un segundo. Está tan relajado, tranquilo y sereno cómo de costumbre. Con ese traje gris oscuro parece recién salido de una sesión de fotos. Afeitado y perfectamente arreglado. Bien peinado. Está impecable.

Me muerdo el interior de la mejilla para no sonreír cómo
una colegiala.

Sé lo que hay debajo de su traje y no me refiero a los boxers.













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Hemos aprovechado la pausa de la merienda para ir a la
cafetería a tomar un café.

Emilio está sentado con las 3 chicas que lo idolatran y
yo hablo con Diego y Textos, otro chico del grupo.
Emilio no ha mencionado nada de lo que pasó anoche.
Empiezo a preguntarme si es fruto de mi imaginación, aunque no puedo olvidar que tampoco hemos estado a solas.

LA FUSION 《ADAPTACIÓN EMILIACO》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora