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Emilio tuerce el gesto.

—¿Qué dices? — se ríe —. Recoge tus cosas, nos vamos a
almorzar.

¿Cómo?

— ¿Me has oído? — Me pongo en pié.

— No, porque dices tonterías. — Posa las manos en mis
caderas y me sonríe con suficiencia —. ¿Porqué íbamos a
dejar de vernos cuándo nos llevamos tan bien? Es la mayor
tontería que has dicho en tu vida.

En ese momento, la puerta se abre y ambos nos giramos de
golpe. Nikolás me mira horrorizado al verme en los brazos de Emilio.

— Uy, lo siento. — Hace un mohín.

Mierda.

Emilio, que está claramente molesto por la interrupción, se
separa de mí.

— No pasa nada. — Fuerzo una sonrisa —. ¿Qué querías,
Nikolás?

— Venía a ver si te apetecía salir a almorzar, pero…

— No, se viene conmigo — sentencia Emilio.

Lo miro.

— De momento no tengo hambre, Nikolás. Gracias.
Él nos contempla alternativamente con los ojos abiertos
de par en par. Me imagino la velocidad con la que su cerebro debe de estar atando cabos ahora mismo. Estupendo. ¿Cómo se lo voy a explicar?

Emilio fulmina a Nikolás con la mirada y arquea una ceja,
impaciente.

— Ah — balbucea él, nervioso —. Estaré en la recepción.

Emilio está molesto.

— Vale.

Nikolás señala detrás de él con el pulgar.

— Por si me necesitas…

— Gracias, Nikolás — lo interrumpe Emlio.

Él sonríe de oreja a oreja y cierra la puerta. Emilio
vuelve a mirarme.

— ¿Por dónde íbamos?

Sonrío y le acaricio el brazo.

— Emi, tenemos que dejar de vernos.

Me aparta la mano.
— ¿Qué?

— Tenemos que dejar de vernos.

— ¿Me estás dejando?

— Nadie está dejando a nadie — respondo en voz baja —.
Mira, me gustas mucho. El chico con el que he estado éste fin de semana era perfecto.

— Entonces ¿porqué tenemos que dejar de vernos? —
pregunta con gesto extrañado.

— Por motivos obvios.

— ¿Qué motivos? — espeta, cada vez más furioso.

— Eres Emilio Osorio, y yo soy demasiado mayor para tí.
Tengo 3 hijos y muchas responsabilidades, y a tí te gustan
las chicas y chicos rubios, jóvenes y modernos.

Entorna los ojos.

— No me tomes el pelo, Bondoni.

— No es broma. Tú mismo me lo dijiste. — Entrelazó su
mano con la mía —. Emi, si las circunstancias fueran distintas y tú fueras… — Hago una pausa para expresarme con precisión —… Si fueras mayor que yo y, por ejemplo,
estuvieras divorciado y tuvieras hijos, a lo mejor podríamos
vernos…

— ¿Qué? — estalla —. ¿No quieres salir conmigo porque no
tengo hijos? Qué estupidez más grande. ¿Tú te oyes?

— No levantes la voz — le advierto.

LA FUSION 《ADAPTACIÓN EMILIACO》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora