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Emilio

Me meto en el ascensor y olfateo.

¿A qué huele?

He madrugado y he salido pronto, he hecho ejercicio con
mi entrenador personal y me he vestido en el baño del
gimnasio. Miro a mi alrededor. El ascensor apesta. ¿Qué
productos de mierda usan para limpiar?

Se abren las puertas y salgo a toda prisa.

— Buenos días — saludo a las chicas de recepción.

— Buenos días — contestan.

Todavía lo huelo. Dios, es horrible. Me habrá impregnado
las fosas nasales.

Es repugnante.

¿Qué narices es?

Entro en mi despacho y empiezo a olfatearlo todo. ¿Será la
moqueta? Pulso el intercomunicador y pregunto:

— Azul, ¿porqué coño huele tan mal?

— ¿Cómo?

— ¿No lo hueles?

— No.

— Pues yo sí lo huelo.

— A lo mejor te has pasado con la loción para después del
afeitado.

Pongo los ojos en blanco.

— Lo que tú digas. Asegúrate de que vengan a buscarme a
las 9, ¿de acuerdo? Tengo que llegar pronto a la reunión
de ésta mañana.

— Ya he reservado un auto.

— Gracias. — Voy al baño a lavarme las manos. ¿Y si es
algo que he tocado en el gimnasio?

Regreso y me siento frente a mi mesa y enciendo el
ordenador. Me estremezco por el hedor.

— Dios, no lo soporto — mascullo. Pulso el
intercomunicador de nuevo —: Azul, ¿puedes venir un
momento, por favor?

Suspira y conviene:

— Vaaale.

Vuelvo a centrarme en el ordenador.

Al cabo de unos segundos, Azul entra y dice:

— ¿Qué necesitas?

— ¿A qué huele?

Ella arruga la nariz mientras olfatea.

— Mmm…, sí que huelo algo.

— ¿Ves? Te lo he dicho.

Vuelve a olfatear una y otra vez. Rodea el despacho y,
entonces, se acerca a mí.

— Eres tú, jefe.

Abro los ojos, horrorizado, y me huelo la manga del traje.

— ¿Qué dices?

Se acerca otra vez y vuelve a olfatearme.

— Huele a pis de gato.

— ¡¿Cómo?! — salto. Me levanto de un bote y me quito la
chaqueta a toda prisa. Bajo la vista y veo una tenue mancha en mis zapatos. En mis zapatos de 4 mil pesos —. ¡El puto Pifia de los cojones se ha meado en mi bolsa de viaje!

Azul se tapa la boca con las manos y estalla en
carcajadas.

Me quito los zapatos, los calcetines, la camisa y la corbata
con fastidio y lo lanzo todo al suelo.

— Quema ésto. ¡Todo! — le ordeno a voz en grito —. No
tengo tiempo para gilipolleces. — Salgo de mi despacho y paso por recepción.

— ¡Sí, señor! — A Mallory le dá la risa tonta al verme sin
camisa —. Toma ya.

LA FUSION 《ADAPTACIÓN EMILIACO》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora