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Despierto despacio. El dormitorio está en penumbra y es
extraño no oír a nadie cortando el césped. El ruido de los autos que se oye de fondo resulta casi relajante. Miro al hombre que duerme a mi lado. Está bocarriba. Su
pelo rizado y su piel aceitunada contrastan de forma radical con el lino blanco y almidonado de las sábanas. Cómo si estuviera soñando, se le mueven las pestañas, espesas y oscuras. Entreabre ligeramente los labios cuándo inhala; son rojos y carnosos. Nunca he estado con un hombre tan guapo. Parece sacado de una revista. Alto, moreno y atractivo. Cuerpo musculoso y atlético de forma natural. Sin embargo, es su interior lo que me ha conquistado. Tras su apariencia elegante y su apellido, se esconde un alma bella y amable. Amo al hombre que habita éste cuerpo perfecto. El resto no es más que fachada. Sonrío y respiro hondo, esperanzado.

Es una revelación.

He encontrado a un hombre que cumple todos los
requisitos. Vale, puede que tenga algunas diferencias con mis hijos, pero ¿acaso no tendría el mismo problema con cualquier otro?

Quiere intentarlo, y estoy más que dispuesto a hacer todo
lo que sea necesario.

Paso el dorso de los dedos por el vello que hay debajo de
su ombligo y que le llega hasta el pubis. El poder de una caricia. No sabía cuánto lo necesitaba, cuánto lo ansiaba. Y ahora que hemos reconocido que lo nuestro vá enserio, necesito tocarlo a todas horas.

Es mío.

Él está deseando ver qué nos depara el futuro y, por
primera vez en mucho tiempo, yo también. Entonces, abre los ojos despacio y respira hondo. Sonrío y le digo:

— Buenos días.

Me abraza fuerte.

— Bondoni, eres cómo un puto gallo. ¿Qué haces
despierto tan pronto?

— Admirar las vistas. — Sonrío y le doy un beso en el
pecho.

Su piel es cálida y tersa: perfecta.

Se zafa de mi agarre y vá al baño. Me tumbo en la cama
con una sonrisa tonta en la cara que no desaparece.
Al rato vuelve y se tumba de lado, mirándome. Todavía
tiene ojos de dormido. Es evidente que iba a despertarse más tarde.

— ¿Qué pasa? — murmura.

— Nada. Es que soy feliz.

Sonríe adormilado. Se le cierran los ojos. Me apoyo en un codo y lo miro.

— ¿Con cuántos hombres te has acostado? porque me imagino que lo has hecho con muchas mujeres, pero no sé con cuántos hombres.

— Con demasiados cómo para llevar la cuenta — contesta
sin abrir los ojos.

— Vaya… — Pienso un momento. ¿Qué significa eso?

¿Cuántos son demasiados cómo para llevar la cuenta? Joder.

— Pero usabas condón, ¿verdad? — pregunto con el ceño
fruncido.

— Sí, Bondoni, lo usaba. No te he contagiado ninguna
ETS. Duérmete.

Junto los labios para no sonreír.

— Pero… — Frunzo el ceño mientras trato de expresar lo
que quiero decir — Pero con tus novias no te lo ponías, ¿no?

— Pues sí, mira. — Se encoge de hombros — Excepto con
mi segunda novia. Contigo y con ella, ya está.

— Anda… — Arrugo la frente. Ya me ha hablado alguna
vez de su segunda novia — La querías mucho, ¿no?

LA FUSION 《ADAPTACIÓN EMILIACO》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora