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«Mierda».

Finjo una sonrisa.

¿Quién cojones se cree que es éste imbécil?

«He dicho que vuelvas a tu sitio».

Pues yo te digo que te vayas a la mierda, pedazo de cabrón
condescendiente. Arqueo una ceja mientras me fulmina con la mirada, le sonrío con ternura y me dirijo hacía la puerta con la mayor decisión del mundo. Entorna los ojos, pero se recompone y retoma el discurso.

— Cómo decía… — prosigue.

Me quedo en el pasillo, junto a la salida, en un lugar dónde
no me vé, pero oigo la charla. Durante 10 minutos, estoy tan enfadado que soy incapaz de concentrarme en lo que dice. El mero hecho de verlo despierta en mí una mala leche que ignoraba que tenía. Me asomo ligeramente y veo que se pasea por el escenario. Su voz es profunda y autoritaria. Tiene una mano en el bolsillo del pantalón de su carísimo traje y, con la otra, acompaña lo que dice. Reconozco que es atractivo y su personalidad tiene algo magnético.

Se nota que está cómodo siendo el centro de atención. Es
más, seguro que lo está en cualquier circunstancia.
El público permanece en silencio, atentos a cada palabra.
Toman notas ó se ríen cuándo es oportuno. Las mujeres y algunos hombres lo miran con deseo y otros hombres se mueren por ser cómo él. Yo, en cambio… Yo sólo quiero pegarle un buen puñetazo en su preciosa boquita.
Odio que todo le cueste menos. Nació en una familia
privilegiada, es rico hasta decir basta y carismático a rabiar. No es justo que, encima, sea tan atractivo.
Me imagino la cantidad de chicas y chicos que debe de tener a sus pies. Seguro que es todo un mujeriego, probablemente tendrá hasta 5 amantes a la vez. Reviso la última conversación que tuvimos por celular.

«Me preguntaba si te gustaría cenar conmigo el sábado por la noche».

«¿Me estás pidiendo que salga contigo a cenar?».

«No me gustó cómo nos conocimos. Preferiría hacer
borrón y cuenta nueva».

«Ésto tiene que ser una broma. No saldría contigo ni
aunque fueras el último hombre vivo sobre la faz de la Tierra. El dinero y la apariencia no me impresionan, señor Osorio ».

«Nuestra reunión no fué nada personal, Joaquín ».

«Para mí, sí. Y mucho. Búscate a un muñequito sin
cerebro a la que engatusar, Emilio. No tengo ningún interés en salir con un chupóptero cómo tú».

Desde luego, me quedé a gusto.

Me sorprendo regodeándome triunfante. Me pidió una cita,
Emilio Osorio me pidió una cita. Estoy seguro de que lo hizo
para que bajara la guardia con la venta de la empresa, pero qué gustazo rechazarlo en rotundo.

— Joaquín Vázquez — dice una voz desde el escenario.

¿Cómo?

Miro en su dirección, horrorizado. ¿Qué? ¿Me ha
preguntado algo?

¿Pero cómo me ha visto?

Se ha cambiado de escenario y ahora sí que estoy en su
campo de visión.

Mierda.

Extiende el brazo con la palma hacía arriba.

— Dinos, por favor.

— Disculpad. — Frunzo el ceño —. No he oído la pregunta.
Sonríe de forma sutil sin dejar de mirarme a los ojos.

— Os he pedido que recordéis un momento de satisfacción
en el que os hayáis sentido orgullosos de vosotros mismos.

LA FUSION 《ADAPTACIÓN EMILIACO》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora