Capítulo 8

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De regreso a casa, me detuve a comprar unas flores con mi madre para Nía. Recuerdo que le fascinaban las rosas, a mí también, pienso que sería un hermoso detalle llevárselas ésta noche.

Mientras elegía un buen ramo, no pude evitar pensar en la chica nueva, cuyo nombre aún desconozco.

Compré un pequeño ramo de rosas rojas y subí al auto.

Estaban frescas, y tenían un olor bastante agradable que respiré con gozo cerrando los ojos y, por un segundo, en mi mente se disparó una imagen de las dos compartiendo un cálido beso. ¿Por qué pensé eso? Aquello fue extraño, o... ¿Acaso ella me gusta?

He de admitir que es linda, que es hermosa, pero no puedo estar sintiendo algo por ella, no puedo enamorarme... No otra vez.

— ¿Te pasa algo?— dijo sacándome de mis pensamientos.

—No es nada, sólo que... extraño a Nía— mentí.

—Lo sé, siempre lo dices. Pero no me has contado cómo te fue, te veo preocupada.

—Nada importante en realidad, sólo que hay una chica nueva y, ¿cómo supe que era «la nueva»? sencillo, nunca la había visto en la escuela, pero ¡qué manera de ignorarme fue aquella!

— ¿De tu grupo?

—Ni idea, pero supongo que se quedará—«ojalá»— hay menos alumnos que nada, eso me hace feliz, pero no me gusta que ella me ignore.

— ¿Qué pasó? ¿Por qué te ignoró?

— ¡No lo se! Por una vez en mi vida quise acercarme, dejar de ser tan tímida, y a ella se le ocurre hacer eso— grité

—Bueno... quizá no te vio.

— ¡Pero sí me vio!, mamá, ¡estaba ahí!

—Tranquila, debió ser la primera impresión, Jess.

«Me he impresionado de ella a primera vista»

Llegamos y estacionó el auto.

—Me pregunto... ¿Cuál sería la suya de mí?

—Anda, no le des tanta importancia, ¿si?—dijo bajando del auto.

— Bien, cambiando de tema, ¿me acompañarías esta noche?—pregunté.

—No te dejaría ir sola

—Gracias

******

7:45

Se nos hacia tarde como siempre, pero esta vez yo ya estaba lista y mi madre no.

— ¡Corre, se nos va a hacer tarde!- dije terminando de aplicarme lápiz labial y dirigiéndome hacia la puerta.

—Ya voy— y rápidamente bajó por las escaleras.

Unos minutos después ya estaríamos cerca.

No soy muy religiosa ni nada por el estilo, pero tengo mi fe y eso me hizo ir más que nada.

Hemos llegado y, al entrar por aquellas altísimas puertas, la misa apenas comenzaba. Cómo detesto llegar tarde. Veo mucha gente que no conozco, deben ser familiares de Nía; pero por ningún lado veo a Wen o a sus padres.

Tenía pena de verle o hablarle después de tiempo sin hacerlo, quizá no lo ha superado y su madre esté en un delirio.

Tomé un lugar cerca de mi madre, me arrodillé, junté ambas manos y miré al altar, cerré mis ojos y pensé en Nía, más que como una gran amiga, como un amor prohibido que no alcancé.

Quizá no debería quererla de esa forma, al menos no ahí, teniendo cerca a la persona a quien más se lo he ocultado por miedo al prejuicio. Me siento pecadora, nadie sabe realmente lo que siento.

«Oh Dios, ¿tú me perdonarás?»

Después de la ceremonia, salí caminando con las rosas en brazos, dispuesta a dejarlas en el suelo, más triste en el que puedo estar.

Escuché pasos detrás de mí, era Wen.

— ¿A dónde vas?— dijo en un tono neutral, volteé a verla.

—Sólo voy a dejarle flores a mi amiga— dije y di media vuelta, pero ella me tomó del brazo.

— ¡Ja! ¿Desde cuándo tú te acuerdas de ella?

—Siempre, Wen, no sabes... — me toqué la frente — Le he estado llevando flores cada vez que puedo, por cierto, ¡Hola! no te había visto en todo el día—

—Te creo, está bien— se tranquilizó.

—Señora Maggie, ¿puedo robarme a Jess un momento?— se dirigió a mi madre.

—Si no tardan, te espero.

Caminamos por la banqueta hasta llegar al panteón. Ya nos habíamos alejado bastante como para que mi madre empezara a preocuparse, pero no sabía.

Hablamos un poco sobre su hermana, le hicimos compañía y dejé caer con delicadeza las flores, éstas tenían espinas con las que me había pinchado el dedo, haciéndolo sangrar.

La nostalgia y la tristeza salió en forma de lágrimas por las mejillas de Wen, yo traté de contenerme para no llorar, sostuve su mano con fuerza y nos dimos un abrazo, fue como si hubiera superado su rencor contra mí, en esos momentos estaba sentimental.

— ¡Oh no, ya es muy tarde! Son casi las diez—dije.

—Tu madre ha de estar preocupada.

—E histérica

— ¡Y buscándote!— y cuando dijo esto me hizo reír bastante.

—No lo dudes, pero tienes razón— reímos las dos y nos despedimos.

—Luego te veo... o te llamo.

— ¿Me llamarás?— pregunté.

—No, no es cierto, o... ¿Quién sabe?— bromeó.

Me llamó a media noche.

—Hola, ¿estás ocupada?

—Dijiste que no llamarías— contesté.

—Dije "¿quién sabe?"

—Número equivocado— contuve la risa.

—Cállate, eso no es gracioso, y es viejo— dijo molesta.

— Lo sé, pero tú empezaste.

—Hace un año.

— ¿A qué te refieres?

—Número equivocado

— ¡Ya!

— ¡No, tonta! Eso fue lo que dije

—Olvídalo, ¿por qué la llamada?

— ¿Te molesta venir mañana en la mañana a mi casa?

— ¿Ir a tu casa? ¿Para qué?

—No quieres saber, sólo ven. Voy a estar sola y es sábado, prepararé el desayuno.

—Si quiero, dime qué es.

—Tenemos que hablar, mañana te diré— me convenció

—Okay, no hay ningún problema, voy a pedir permiso ¿está bien?

—Te espero, adiós.









THE LAST CHANCEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora