逃亡者 ~𝐅 𝐔 𝐆 𝐈 𝐓 𝐈 𝐕 𝐎 𝐒~
La historia de una realidad donde la cuarta Luna Superior se sale del control de Muzan y decide huir para asegurar su supervivencia.
Durante su camino como fugitivo, encuentra a una bella joven humana, que experimen...
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P.o.v. Omnisciente
La joven comenzó a alejarse del lugar donde estaba Sekido. Su corazón latía rápidamente, y sus mejillas ardían al rojo vivo.
¿Qué acababa de pasar?
Esa situación le sirvió para volver a ver con ojos muy diferentes a Sekido. Lo sintió vulnerable, tan tranquilo y pasivo, que hasta incluso dudaba de sí fuera el mismo hombre que conoció meses atrás, aquel que la agredia física y emocionalmente. Tanto deseaba besarlo, pero sabía que no estaba bien... Ella no quería sembrarse falsas ilusiones con estos hombres, porque si de algo le sirvió esta situación, fue para aclarar perfectamente que se había enamorado perdidamente de ellos.
(Tn) sonrió al darse cuenta de esto... Se había enamorado de sus atractivos físicos y de cada una de sus cualidades... Todo de ellos la hacían sentir tan bien... Pero aunque así fuera... Ellos seguían siendo demonios, y la advertencia que su padre le había dado jamás salió de su cabeza. Una corriente de tristeza y rabia se mezclaron en su piel, dejándola confundida sobre sus sentimientos y sobre sus ilusiones con estos hombres.
Estaba ciertamente molesta, porque muy en el fondo, ya aceptaba lo enamorada que estaba, sin embargo, no quería tomar un riesgo muy grande del que luego se podría arrepentir.
—Oye...— la joven escuchó como la llamó Aizetsu, quien ya estaba fuera del agua, vestido nuevamente.—... ¿Esta todo bien?—
—Sí... Todo está bien...— respondió la joven de manera perdida, mientras comenzaba a salir del agua para volver a vestirse.
Aizetsu se puso a analizar la situación, en realidad, a lo lejos había visto claramente toda la escena con Sekido y le agradecía al cielo y al universo entero que la muchacha se haya negado a besar a su hermano... Según él, era una buena señal, pero de igual forma, le extrañaba que la chica tuviera esa actitud ciertamente distraída.
Por otro lado, la chica se secó y comenzó a vestirse nuevamente... Junto a las aguas termales, había una pequeña cueva, donde la muchacha acercó las cosas que se llevaron y comenzó a instalarlas para pasar allí el resto de la noche y el día siguiente.
—¿Podrías hacer una fogata?— dijo la joven sin voltear a ver al ojiazul.
—Claro...— respondió fríamente para comenzar a juntar algunas ramas de los árboles de allí y amontonarlos para hacer una fogata.
Había un silencio muy incómodo allí, puesto que la joven no decía nada y permanecía allí sumergida en sus pensamientos. Cuando el ojiazul iba a abrir la boca para hablar con la chica, pronto lo interrumpió.
