Para comenzar mi día fui a un lugar nuevo para desayunar, entré en una librería que como se usa, tenía cafetería integrada... cuando yo era más joven me gustaba ir a lugares así a leer por horas mientras disfrutaba de una taza de rico café o leche, con esas galletas con forma de animales que venden aquí en España que son tan deliciosas.
Al entrar me dio un rico olor a bollos recién orneados, me sentí un gran glotón pero aun así me acerqué al mostrador a preguntar por ello. —Disculpe, buen día, ese olor tan delicioso es de...— Pregunté a la dependienta, ésta me sonrió amablemente—Son los pastelillos que vendemos aquí, ¿quiere ordenar alguno? — Seguía sonriendo, me encantan las personas así
—Me podría dar uno, por favor, de vainilla. — "a la orden" la escuché decir y entró por una puerta, mientras esperaba me acerqué a una de las estanterías a observar los libros que se encontraban ahí, unos eran clásicos y otro contemporáneos, mi sorpresa fue encontrar el último libro que había escrito en un están aparte, tenía mi nombre en grande y una foto mía como se acostumbra, me quedé asombrado porque realmente, y según Mía, la edición saldría hasta dentro de un mes más, no entendía cómo es que estaba ya en ésta tienda
—Sabía que había visto esa cara en algún lado. — Escuché a mis espaldas, volteé sorprendido y estaba la señora que me había atendido detrás de mí así que solo le sonreí
—Yo no sabía que estaría ya en librerías. — Confesé
—De hecho lo han traído hoy, señor Díaz, déjeme decirle que mi hija es fan de sus libros, creo que los tiene todos en casa y hoy precisamente iba a llevarle éste. —
—Solo llámeme Guillermo. — Le sonreí ya que me había tendido el pastelillo y un vaso con leche. —Yo no...—
—Eso va de parte de mi hija, que sé que si estuviera aquí en este preciso momento le daría eso y más. Pero pruébelos, que es mía la receta. — Dijo animándome a tomar un trozo del pastelillo, con gusto lo hice y los sabores exquisitos que llegaron a mi fueron maravillosos
— ¡Oh por Dios, esto es exquisito! — Creo que más bien lo grité
—Pues gracias. — dejó una carcajada al aire. —Podría firmarme uno de los libros, claro si no le molesta. —
— ¡Claro que sí! — Tenía una sensación muy extraña en mi corazón y en mi estómago, ya que... bueno, nunca había firmado uno de mis libros. Aquella mujer se acercó a la estantería y tomó uno de los libros, sacó un plumón de su bolsillo y me los tendió, solo atiné a escribir "Guillermo Díaz" en letras cursivas y se lo regresé
—Enloquecerá. —
— ¿Disculpe? —
—Charlotte mi hija, enloquecerá. — Le sonreí, sentía mucha felicidad de escuchar eso
—Pues salúdemela, y si quiere puede traer otro libro para firmarlo, que no lo hago muy a menudo. — ¡MENTIRA! Nunca lo hago, pero no se lo diría, que pena
—Oh, eso sería fabuloso. — Sonrió como mamá orgullosa. — Será una gran sorpresa para ella. —
—Pues no se diga más. — Me aclaré la garganta. — Por cierto, ¿puede darme tres más de estos pastelillos para llevar? —
—Claro que sí. — Rápidamente volvió a desaparecer por esa puerta y a los segundos regresó con una cajita como de regalo. — Aquí los tienes, espero que te gusten tanto y más como el que comiste. —
—Eso se lo aseguro, ¿cuánto le debo? —
— ¡Oh! Nada cariño, déjalo así. — Me dijo sonriendo