Unos segundos después entró Ali por la puerta y anunció que la hora de visita había acabado, la madre de Samu se acercó a él para besarle la mejilla, después le dijo algo en voz baja y emprendió su camino hacia afuera de la habitación
—Nos vemos afuera Guillermo. — Me dijo antes de salir y con una sonrisa en el rostro.
—... bueno Samu, es hora de que me vaya, espero que pases una buena noche. — Le sonreí
—Espero que pases una buena noche Guille... sueña conmigo. — Me guiñó un ojo y yo me puse rojo de nuevo
— ¡Pero qué dices, chaval! No quiero tener pesadillas. — Soltó una carcajada, muy aguda por cierto. —Pero que hombre, ¿no? —
—Así soy yo Guille, un machote. — Se golpeó el pecho suavemente
—Y también eres un tonto. — Reímos juntos, la puerta se abrió de golpe
—A ver ya tortolos, es tarde, Guillermo fuera, Samuel te cambiaré el suero. —
—Sí jefa. — Contesté. — Hasta mañana Samu. —
—Hasta mañana Guille. — Me saludó de vuelta y salí de la habitación, afuera estaba la madre de Samu sentada en uno de los sillones
— ¿Vas a casa ya? — Me preguntó suavemente
—Sí, ¿usted vive aquí en Madrid? —
—No, me estoy quedando en un hotel, pero antes quería invitarte a cenar. —
— ¡Oh! Yo... tengo un compromiso con mi publicista, lo siento mucho en verdad. — Es que soy tonto
—No te preocupes hijo, tomemos un café entonces. — Me sonrió amablemente y yo le devolví la sonrisa
—Claro que sí, conozco una librería en donde venden un café delicioso. —
—Estupendo, confío en ti. — Entrelazó su brazo al mío y me sonrió. Fue tan gracioso, nunca había estado ni siquiera así con una chica, ni siquiera con mi madre. Tomamos camino calle abajo de donde se encontraba el hospital y llegamos a la librería de Ruth.
—Buenas tardes. — Nos saludó Ruth al entrar.
—Buenas tardes Ruth, me das dos pastelillos, mi café de siempre y sorprende a la dama. — Ruth me sonrió y pasó a la parte de atrás de la tienda
—Ya te conocen aquí. — Me lo dijo más bien como una pregunta
—Sí, creo que vengo todos los días. —
— ¡Oh! ¿Vives aquí cerca?—
—Pues se podría decir que sí, paso más tiempo en el hospital de lo que paso en mi casa. — reí
— ¿Y eso a qué se debe?—
—Bueno, desde hace unos años voy al área oncológica del hospital a leerle a los niños. — Sí, lo dije como lo más normal, pero ella me miró con grandes ojos
— ¿De verdad?—
—Sí. — Ruth llegó con nuestros café y los pastelillos. —Gracias Ruth, ¿cómo está Charlotte?—
—Muy bien, no sale de su cuarto por seguir leyendo. — Se rió como si tuviera un chiste personal. — ¿Vienes del hospital?—
—Sí—
—Y ¿cómo está tu chico? — sentí la sangre abandonar mi cuerpo
—Yo... Oh... Mira Ruth, ella es Mónica, la MADRE de SAMU el chico que visito al hospital.—