Capítulo 26

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"Entrenamiento en el castillo"

Aurora llegó a la imponente puerta del castillo, con sus nervios a flor de piel pensando en los posibles resultados de su próxima actuación. Cuatro soldados estaban de pie ante las puertas, con una expresión de concentrada seriedad en su rostro, siguiendo detenida y precavidamente, cada uno de sus pasos. La razón por la que se había arreglado tan meticulosamente no era para impresionar a Lucius, si no que a los guardias de la imponente puerta.

Debía reconocer que el plan del capitán Yami era mucho más viable que llegar frente a Lucius -en caso de haberlo logrado sin escabullirse- y presentarse como una posible futura esposa. En tal caso, lo muy probable es que Lucius se hubiese reído de ella y tal vez intentado asesinar. Tenía otra daga pegada por encima de su rodilla, y estaba allí por una razón.

—Alto ahí —le dijo uno, estirando su brazo para detenerla.

Aurora se mantuvo en calma, y entonces sonrió falsamente.

—Caballeros —inclinó la cabeza—. Me llegó un extraño rumor —sonrisa—, de que solicitan personas para trabajar y servir a Lucius Zogratis —se quedó en silencio unos segundos y luego actuó como una chica de la realeza desesperada—. ¡Ya no lo aguanto más! —llevó su mano hasta su frente delicadamente—. Yo vivía en este castillo, y cuando Lucius se apoderó del reino, escapé por miedo. Pero ahora, me doy cuenta del terrible error que he cometido —se paseó de un lado a otro levantando sus brazos teatralmente—. Me di cuenta de que, con Lucius en el trono, nuestro reino será el mejor reino de los cuatro de este mundo. Ningún extranjero se acerca para amenazar al reino como lo hacían antes.

Los cuatro guardias la observaron cautelosos, dándole la razón con esto último. A simple vista, no podía distinguir las características más que de su altura, puesto que vestían una armadura de pies a cabeza. Uno de ellos habló a continuación.

—Estamos buscando trabajadores que le puedan servir a nuestro señor Lucius —asintió uno—. Pero tú no pareces confiable.

—¡Digo la verdad! —Se defendió ella, sin salir de su papel—. Aquí tengo la muestra de ello —les tedió una moneda de oro con el símbolo del reino, que sólo los del castillo lo llevaban. Julius se lo había dado en caso de cualquier emergencia, y ésta era una.

Un guardia se acercó a ver la moneda de oro.

—Recuerdo esto, pero ¿cómo sabremos que dices la verdad? Yo creo que mientes.

No dejó que la desesperación se viera reflejada en su rostro y se recordó que sus amigos y capitán la cuidaban desde lejos, eso le dio fuerzas.

—En el centro del castillo hay una pileta gigante cubierta de oro con agua rosa. En el castillo hay por lo menos unas cien habitaciones. Se divide en tres caminos. Hay un salón de baile y reuniones. Realizan un Baile de Máscaras en donde sólo invitan a las personas de la realeza, nadie más que ellos lo saben. Yo sí, porque he asistido a los que se han hecho. También hay un pasadizo secreto para poder escapar en caso de un ataque hacia el rey. ¿Me crees ahora? —le cuestionó.

—Todo lo que dice es cierto —intervino otro guardia dirigiéndose al que aún mantenía una mirada dudosa sobre ella—. Dejémosla pasar, de todas formas, quien decide si se queda es nuestro señor Lucius, no nosotros.

—Bien —el otro guardia asintió, aunque no del todo convencido—. ¿Traes armas?

Aurora levantó sensualmente su vestido y sacó lentamente la daga. Vio cómo los ojos de dos guardias brillaban por la exposición de su piel rosada.

—Una daga —respondió con calma.

—Si te quedas, podríamos ir a beber algo después del trabajo —ofreció uno de los guardias.

Cronogravedad | Julius Novachrono [Black Clover]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora