“No hay peor peor castigo que probar de tu propia medicina”
Doy una última mirada al espejo y reviso mi apariencia por quinta vez, y el nudo en mi estómago se hace más grande, este encuentro con Crista me pone los nervios a flor de piel.
-¿Estás lista? Llego tarde... -habla Mitch parado desde el umbral.
-Ya salgo -Tomo mi bolso y lo sigo hasta la salida.
En el viaje sólo de oye la música, y también puedo oír el bombeo de mi propia sangre, no dejo de pasar saliva y a cada segundo me siento peor. Mitch comenta cosas a las que no puedo prestar atención, y mi mente no deja de preguntarse lo que esta charla deparará.
Cuando llegamos al lugar, miro las manos en mi regazo y vuelvo a pensar en la posibilidad de no ver a Crista. Mitch me observa, yo lo veo de reojo pero no dice nada, sabe cómo debo sentirme.
-No dudes en llamarme si necesitas algo -ofrece y asiento lentamente.
-Andrew vendrá por mí, tranquilo -Me acerco y dejo un beso en su mejilla.
Salgo del auto y mis pasos se sienten de plomo. Es como si estuviese luchando contra la gravedad. Nada más pasar por la puerta de la gran cafetería, ya me siento totalmente desubicada, todo es tan elegante. Mis ojos buscan entre las mesas, hasta que encuentro a Crista. Me acerco, ella se pone de pie y me espera por educación.
-Gracias por venir -dice cuando llego hasta ella, estira la mano y no dudo en estrecharla.
-Lo debía -respondo y desvío mis ojos a la unión de mis manos al frente.
Sin decir nada más, tomamos asiento. Ordena té y algo de comer, no presto atención a qué, más bien me maravillo viéndola, es tan elegante y fina, yo parezco una vagabunda, ¿a quién engaño? Estoy convirtiéndome en una.
-Iré al grano -anuncia.
Me limito a asentir, realmente me intriga lo que tenga para decir. Su expresión no es muy buena, se la ve molesta y como si lo que tiene que decir le causa repulsión.
-Dorián se irá esta noche, en ese vuelo debe ir Arsen, pero se niega -Suspira-, va a quedarse o es lo que él dice...
Una pequeña sonrisa se posa en mi rostro y la reprimo al instante en el que ella la ve, pero no puedo sentirme más feliz, aunque no debería.
-Seguimos pensando igual -continúa-, no vamos a ayudarlo, no cumpliremos sus caprichos...
-No entiendo -confieso.
-Lo único por lo que se queda es usted, a Arsen no le gusta Inglaterra, ama Grecia...
-Eso lo sé.
-Lo que usted no sabe es que él tiene responsabilidades allá.
-¿Qué tipo de responsabilidades? -Mi repentina alegría se evapora, hasta siento mi rostro ponerse rojo.
-La cultura ahí es distinta -Vuelve a suspirar-, y los jóvenes viven de distinta forma... A mí me costó mucho adaptarme -Vuelve a suspirar-, no me iré por las ramas...
-Dijo que iría al grano -Presiono.
-Me supongo que Arsen nunca le dijo que tenía novia, ¿verdad?
Quedo estupefacta, son de esas noticias que te caen como un balde de agua fría. Desvío mi vista de la suya, miro hacia otra mesa, intento no romper a llorar, no quiero hacerlo. No es el que tenga novia, sino el hecho de que me ha mentido, me ha hecho abandonar mi hogar por él.
Lo recuerdo, recuerdo cuando me dijo que no tenía novia:
-¿Tienes novio?
-Soy... casada -asiente lentamente.
Me costó decirlo, no sé el motivo, tal vez si no me lo hubiese preguntado, no se lo diría. Bebe de su taza y desvía su mirada hacia otro lado.
- ¿Y tú, tienes novia?
-No, no tengo.
Pero hay algo que no cierra, ¿por qué Dorián no me lo ha dicho?, hubiese sido más fácil desde el principio.
-Arsen me ha dicho que no tiene novia, después de todo Dorián me lo podría haber dicho...
-Así que sí hablaste con Dorián -inquiere y asiento-. No sé los motivos por los cuales no te lo haya dicho, cada día desconozco más a ese hombre.
-No le creo -espeto, sus labios forman una línea recta, pero no es enfado, es pena.
Siente pena por mí.
-Lizbeth, quiero lo mejor para mi hijo, y también quiero que usted no salga perdiendo, no deje a su esposo, Arsen tiene a Iona desde hace años, no va a dejarla. Entiéndalo.
Solo la observo, a decir verdad no sé qué responder, sólo él puede sacarme la duda.
-Quiero hablar con Arsen -declaro, levanta sus manos en señal de rendimiento y asiente.
-Por lo que sé irá a buscarla a su casa, por favor le pido que sea discreta.
-Dorián y usted no tienen vergüenza -Mi voz comienza a tornarse un alarido.
-No hablaré de vergüenzas cuando usted es una mujer casada involucrada con un alumno.
Tiene razón.
Sin decir nada más, tomo mi bolso y me retiro de la mesa, en el trayecto hasta la salida me tropiezo con cuanta gente se me cruza, no puedo pensar en nada más que lo que Crista me dijo.
Al dar con la salida busco mi teléfono para que alguien venga a buscarme, no puedo tomar el bus, no así. Por suerte Andrew ya salió del trabajo. Mientras lo espero no dejo de observar la foto de Arsen en la pantalla, cuestionándome si llamarlo o no.
Decido hacerlo, temo que pueda ir a buscarme a casa -mi ex casa-, y tenga problemas con Sam, ni hablar de que pueda enterarse que nos hemos separado.
-Liz, por fin... -Tan sólo con oír esa voz el suelo bajo mis pies tiembla.
-Quiero verte -Más que pedirlo lo exijo y escucho su risa.
-Claro que sí, ¿puede ser ahora? -Lo medito, pienso en mi aspecto y estoy horrible.
-Más tarde.
-Está bien, ¿paso por tu casa?
-No -Me apresuro a responder-, nos veremos en el puente.
-Perfecto. Decidí no irme. No me importan mis padres ni nada.
Escuchar eso me da felicidad, pero las palabras de Crista rebotan en mi cabeza, y sólo quiero saber la verdad.
-Hablaremos más tarde. Adiós.
-Adiós, preciosa... -Y cuelgo.
Arsen no me mentiría, y además, si tuviese novia no querría quedarse aquí conmigo, ¿verdad? Hay algo que no cierra, pero no sé dónde está la falla o qué me estoy perdiendo.
No pasan más de unos minutos cuando el auto de Andrew llega. Entro en el y su mirada inquisidora me presiona a hablar.
-Voy a ver a Arsen -anuncio.
-¿Qué está pasando? No entiendo -Su rostro muestra confusión.
-Sólo espero que Arsen no me haya mentido -Lo miro a los ojos y por fin se me llenan de lágrimas-, no sé qué haría si Arsen me ha engañado.
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Lovers: Él, prohibido
Romance"Mi vida era normal, quizás un poco monótona y aburrida. Hasta que aquél griego de tan solo 19 años de edad, hizo temblar el suelo bajo mis pies. Sus ojos de aquel color jade me hipnotizaron y sus palabras me cautivaron. Jamás pensé que podía enamo...