nueve

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Se decidió ir al confesionario al día siguiente, el cual, era hoy. Durmió bastante tranquila a pesar de saber que iría a decirle a JungKook lo que pensaba acerca del celibato, quizá porque su mente quería asumir que él le diría que también lo rompería para estar juntos y de ahí nace una de las películas de amor más taquilleras del mundo. Había soñado mucho, eso era obvio, porque tenía motivos hasta de sobra por los que él no le prestaría atención de forma romántica, pero una persona sin ilusiones era infeliz, aunque muy ilusionada también llegaba a serlo, había que tener un punto medio, el cual era muy difícil de conseguir, peor para Kaia que lo veía todos los días y era difícil no hacerse historias en su propia cabeza.

Ahora estaba deambulando por los pasillos, como hacía casi todas las tardes después de hacer su rutina con lo que le correspondía ese día; ordenar la cocina. Comió algunas cosas mientras iban arreglando otras, llevándose regaños por parte de las tres hermanas que la estaban ayudando, pero tampoco es que le interesó mucho, habían almorzado algo que no era mucho de su agrado y se quedó con hambre. Ahora, las hermanas estaban alistando las cosas para ir al supermercado, generalmente iban a uno que quedaba un poco lejos porque tenía buenos precios, además de que debían traer muchas cosas, eran más de veinte Monjas y Novicias, tenían que tener comida para toda una semana. Kaia se alegraba de que todavía no la habían llamado para cocinar, era malísima haciéndolo, y aparte de eso, no se sentía con la suficiente paciencia como para cocinarle a tanta gente, aún si no lo haría sola, no tendría la calma para hacerlo. Por lo general, eran las Monjas quienes cocinaban y las Novicias ayudaban, pero siempre que era la hora de preparar la comida Kaia se escabullía por ahí o se encerraba en un baño con la excusa de que algo le cayó mal y estaría ahí un largo rato.

Sintió el teléfono vibrando en su bolsillo, desde el suceso con Beatrice decidió que no lo tendría más en sonido, y en un principio le costó mucho acostumbrarse, porque lo tenía siempre con el sonido alto menos por las noches. Palpó nuevamente por encima de la tela, confirmando que estaba vibrando, en señal de un mensaje o llamada, así que revisó el área con sus ojos para saber que nadie estaba ahí, listo para pillarla y quitarle el teléfono, y cuando se aseguró de estar sola tomó el celular, viendo que era una llamada de un número desconocido. Frunció el entrecejo y contestó, escuchando puro silencio, hasta que unos segundos después una pesada respiración se hizo presente. Supo al instante que no era Seulgi, ella hablaba apenas le contestaba, y a veces por ese motivo terminaba diciendo la mitad de las palabras.

⎯ ¿Hola?⎯ habló, el silencio seguía desde la otra línea y comenzó a pensar quién podía ser. Rodó los ojos cuando pensó en su molesto ex novio, que Seulgi le había comentado sobre que estaba buscándola, seguramente era él.⎯ Hyun So si eres tú desde ya te digo que no vamos a volver. ¡Me metiste los cuernos, cabrón!

¿Cómo alguien podría engañar a una chica tan linda como tú?⎯ escuchó y quedó paralizada al saber que no reconocía esa voz que ahora sonaba divertida. Tragó saliva, sentía el miedo recorriendo su interior, ahora recordaba cuando su madre le decía que no debía atender números desconocidos porque podían ser de la cárcel o niños jugando, pero ahora estaba segura que no se trataba de nada de eso. Escuchó una risa aireada antes de continuar hablando, era un hombre con una voz gruesa, casi terrorífica.⎯ ¿Te quedarás callada ahora, bonita?

No contestó nada, al contrario, cortó la llamada y llevó el teléfono a su pecho, atemorizada por ese hombre que la había llamado. Podía ser una broma, sí, pero también podía ser uno de los prestamistas y por eso conocía su apariencia como para aquel comentario. Tenía que actuar rápido, lo sabía, por eso corrió hasta su habitación, tomando un bolígrafo y buscando el número telefónico de Seulgi, anotándolo en un pedazo de papel con la mayor rapidez que sus dedos le permitían, estos temblaban tanto que muchas veces tuvo que repetir ese mismo número porque quedaba inentendible. Salió corriendo de la habitación, escondiendo el teléfono en su bolsillo, dirigiéndose a la entrada del convento mientras quitaba las lágrimas que sus ojos habían dejado escapar. Vió a las hermanas saliendo y se coló entre ellas, subiendo a la camioneta y sentándose en un lugar mientras una de ellas la codeaba divertida por haber cambiado de opinión ante su negativa por ir al supermercado.

Dear Lord| jjkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora