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Saltando en la cama, corrí por el pasillo y me estrellé directamente con mi hermano.

—¡Wow! —Nico me agarró por los hombros, estabilizándome antes de que me cayera. Sonrió—. Baja la velocidad...

Jadeé mientras le miraba fijamente, tratando de recuperar el aliento.

—Hay... está esta...

La sonrisa se desvaneció de su rostro.

—¿Hay qué, Lali? —Cuando no respondí, me sacudió con delicadeza—. ¿Qué tratas de decir?

Saliendo de mi pánico, me liberé de su agarre.

—¡Hay una nota debajo de mi almohada!

—¿Qué? —Me rozó al pasarme, dirigiéndose a mi habitación.

Le seguí, deteniéndome en la puerta mientras se acercaba a mi cama y recogía la nota como si fuera una serpiente venenosa.

—No mires hacia atrás. No te gustará lo que encontrarás. ¿Me estás tomando el pelo? —Se giró, sosteniendo la carta en alto—. ¿Quién ha estado aquí, La?

—No lo sé. Nadie, que yo sepa... —Me detuve. No conocía a nadie.

—¿Tal vez una de tus amigas estuvo vagando o algo?

Un horrible pensamiento me golpeó.

—Mis... mis amigas se pasaron esta mañana. Un par de ellas dejaron la cocina para usar el baño. —Fruncí el ceño—. Mery salió, como, tres veces.

—Ellas eran las únicas en la casa. —Un músculo palpitó en su mandíbula mientras miraba la infantil escritura—. Esto parece... no lo sé. Tuvo que ser una de ellas.

No me gustaba cómo sonaba eso. Se suponía que eran mis amigas, e incluso aunque no las recordaba, no quería creer que una de ellas me había dejado esa nota.

—Pero basados en esa teoría, tú también has estado en casa. Podrías haberlo hecho.

Él rodó los ojos.

—Buen punto, pero vamos. Es una broma estúpida. —Acercándose al escritorio, hizo una bola con el papel.

—¿Qué haces? —Me moví para interceptarle, pero lo lanzó a la papelera—. ¿Por qué lo tiraste a la basura? Es... como una prueba.

—¿Una prueba? Alguien está jugando contigo. —Dobló los brazos, frunciendo el ceño—. Y estaría más que dispuesto a apostar que es alguna de tus estúpidas amigas.

—Mis amigas no son estúpidas.

Él inclinó la cabeza hacia un lado.

—No recuerdas a tus amigas.

—Buen punto. —Me dejé caer en el borde de mi cama—. Pero, ¿por qué alguien me dejaría una nota así? Quiero decir, no es divertido. Es... es más como una advertencia.

Nico dudó.

—Lali... es una broma.

Miré el cubo de basura. No se sentía como una broma. Me estremecí. Desde mi perspectiva, era una clara advertencia. Una amenaza, susurró una voz en el fondo de mi mente.

—Mira, has pasado por mucho. —Nico se aclaró la garganta, apartando la mirada cuando me giré hacia él—. Honestamente, ni siquiera puedo imaginar cómo se siente no tener ni una maldita pista de quién eres, pero no permitas que esas chicas jueguen contigo.

—No lo hago. —Sentí la necesidad de defenderme a mí misma.

—Y en verdad no creo que debas hablarles a papá y a mamá de esto. Entrarán en pánico y nunca te dejarán salir de esta casa.

No mires hacia atrás Donde viven las historias. Descúbrelo ahora