Epílogo

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Había algo que seguía siendo igual desde antes de que Candela muriera y ahora. No tenía paciencia en absoluto. Cambiando mi peso de un pie a otro, miré el tiempo que le faltaba al microondas como un ave de rapiña. Incluso cuando el contenido empezó a estallar en rápida sucesión, todavía no iba lo suficientemente rápido.

Odiaba perderme los avances, incluso los que se muestran en los DVD. Cuando los granos detuvieron sus explosiones, saqué la bolsa del microondas y vacié las palomitas en un gran tazón sobre el mostrador. Acuné la maravillosa mantequilla en mi pecho, y me di la vuelta. Mechones de cabello se escaparon de mi desordenada cola de caballo, cayendo a lo largo de mis mejillas.

Mamá se apoyaba en la barra de la cocina con una botella de agua. No había tomado una botella de licor desde esa noche. No podía culparla si lo hiciera, pero se había convertido en una persona más fuerte. Los medios enloquecieron con la historia una vez que salió, y no hubo manera de que mamá pudiera seguir preocupándose de lo que decían sus amigas. Y no creo que realmente le importara.

Una sonrisa tímida tiró de sus labios. Las sombras grises debajo de sus ojos no estaban tan oscuras como las semanas después de la detención de papá. Sobrevivió al tiroteo y nos dijo que iba a declararse culpable de homicidio involuntario además de un montón de otros cargos una vez que fuera a la corte. Realmente no sabía cómo sentirme acerca de papá. Creo que nunca sabría cómo sentirme sobre él.

- ¿Viendo una película? - preguntó mamá.

Asentí.

- Sí, está a punto de comenzar.

Se puso a un lado.

- No quiero detenerte, entonces.

Había pasado un mes desde que recordé todo, desde el día en que mamá le disparó a papá, deteniéndolo de silenciar la verdad para siempre. Las cosas no fueron perfectas. En el transcurso de los días siguientes, tuve momentos en que no podía recordar algo claramente y la frustración volvía y rápidamente se convertía en ira.

O cuando no podía dejar de pensar en Cande y los horribles detalles de la noche en que murió. Todo lo que ella quería era lo que yo tenía, un verdadero padre. Desearía poder regresar el tiempo, sabiendo lo que sabía ahora y ser una mejor amiga.

Mañana habría sido su cumpleaños número dieciocho. Planeé visitar su tumba...junto a su madre. Era extraño hacerlo después de que me golpeara, pero pocos días después de que todo pasó, recordé la caja musical.

Con Nico en la ciudad, fui a la casa de Cande, y de mala gana, su madre me dejó entrar. Como sospechaba, había ocultado algo importante en la caja musical. Por eso nunca me dejó tocarla.

La caja musical guardaba su certificado de nacimiento.

Su madre no tenía idea de cómo llegó a sus manos, pero ver el nombre de mi papá en eso fue lo que comenzó todo. Aunque no creía que papá supiera que estaba en ese certificado.

Sostener la prueba de lo que Cande realmente era para mí, para Nico y toda nuestra familia, resultó ser más difícil de lo que pensé que sería. Había tantos "y sí...", ¿y si Cande hubiera confiado en mí antes? ¿Y si papá hubiese dicho la verdad y la aceptara? Tantas cosas podrían haber sido diferentes.

Dejé de tomar mis medicinas, pero todavía veía al Dr. O'Connell una vez por semana. No me escribí más notas, pero muchas noches despertaba cubierta de sudor y gritando como una loca. Pasaría un largo tiempo antes de que volviera a ser normal, pero Nico estaba allí esas noches, al igual que mamá.

Poniendo el tazón de palomitas a un lado, fui donde mi madre y envolví mis brazos a su alrededor.

- Te amo.

Su postura era rígida cuando me devolvió el abrazo. No era el mejor abrazo, pero estábamos trabajando en ello. Nuestra relación no había sido buena antes de que todo pasara, pero pensé que solo podría mejorar.

- También te amo - Apartó los mechones sueltos de mi frente - Vamos. Ve a divertirte.

Sonriendo, desenredé mis brazos y agarré el tazón. Su mirada vagó sobre mí, pero no hizo comentarios sobre mis pantalones deportivos de gran tamaño y una camiseta que había visto días mejores. Mejoraba, ella estaba mejorando.

Corrí a las habitaciones que estaban a la derecha. Bajé las escaleras de dos en dos. La risa y el murmullo de la conversación se elevaron. Alguien pausó la película para mí.

Y tenía la sensación de que sabía quién lo hizo.

Incapaz de detener la sonrisa que se extendía por mis labios, me moví alrededor del sofá, pasando un par de largas piernas vestidas de mezclilla y me senté.

Nico se estiró y me arrebató el tazón de palomitas.

- Gracias - dijo - Eres la mejor.

Euge se rió mientras cogía un puñado.

- Eso no dice mucho, considerando la compañía.

- Lo que sea - Le lanzó un par de palomitas.

Viéndolos desperdiciar buenas palomitas, me hundí y aspiré el aroma que siempre aceleraba mi corazón: cítricos y jabón.

El brazo en el respaldo del sofá se deslizó, envolviéndose alrededor de mis hombros. Me tiró a su lado y bajó su cabeza, sus labios rozando la curva de mi cuello mientras susurraba:

- Te extrañé.

La presión se acumuló en mi pecho mientras inclinaba la cabeza hacia atrás y me encontraba con unos ojos tan azules que me recordaban a la electricidad.

- Sólo me fui cinco minutos.

- ¿Y? - dijo Peter, bajando la cabeza - Fue el tiempo suficiente.

- Cursi - murmuró Nico.

Euge le dio un golpe.

- Cállate. Dices cosas cursis cuando no hay nadie más alrededor. Él sólo tiene las pelotas para decirlo delante de nosotros.

Me reí.

- Lo que sea. Tengo pelotas - argumentó Nico - Y sabes exactamente cuán grandes...

- Nadie quiere saber eso, amigo - interrumpió Peter, pero sus ojos se centraron en mí, como si yo fuera su mundo entero.

- Estoy de acuerdo - dije en voz baja, pasando y enhebrando los dedos en el pelo rizado alrededor de su nuca. Sus ojos llamearon, y mi vientre se calentó - ¿Beso?

- Beso.

Llevó su boca a la mía, y aunque este beso era dulce y no tenía nada que ver con lo que podía hacer cuando estábamos solos, mi respiración aun así se atascó en mi pecho y los dedos de mis pies se curvaron. Cada vez que nos besábamos, era como lo primera vez, una y otra vez. Nada se comparaba con eso.

Estaba bastante segura de que nada se le compararía jamás.

- Está bien. Si ya terminaron de besarse, chicos, ¿están listos para ver la película? - preguntó Nico, sonando sólo un poco molesto.

Los labios de Peter se expandieron en una sonrisa contra los míos. Me robó un beso rápido antes de retroceder.

- Sí, estamos listos, como siempre.

Con las mejillas sonrojadas, me acuné más cerca de Peter, pasando un brazo alrededor de su cintura. Sus dedos se cerraron alrededor de los mechones sueltos de mi pelo. La película se encendió y los avances comenzaron a rodar.

Las cosas no eran perfectas. Estaban muy lejos de serlo, pero caían en su lugar, y no iba a mirar hacia atrás. No cuando habían tantas cosas buenas en el futuro.

Fin.

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