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Volver a la escuela tan pronto había sonado como una idea brillante hace unos días, pero cuando pasé por mi dormitorio el lunes por la mañana, me sentía aterrorizada. Los anuarios se mantuvieron sin abrir en mi escritorio, y el tiempo que debería de haber pasado familiarizándome con los nombres y las caras de mis compañeros, lo gasté tratando de acceder a mi correo electrónico y a mi cuenta de Facebook. No hubo suerte. Cada uno de los sitios web mostraban demasiados intentos fallidos para entrar, y no podía responder a las preguntas personales para recuperar mi información. ¿Era posible que alguien más hubiera estado tratando de acceder a esas cuentas? Probablemente cuando me hallaba desaparecida. Tenía sentido.

Cuando Nico apareció en mi habitación, me entregó una copia impresa de mi horario de clases. Sintiéndome feliz, le di las gracias.

- ¿Te vas a poner eso?

Confundida, bajé la mirada. Tenía puestos unos pantalones vaqueros y una chaqueta de punto gris sobre una camisa.

- ¿Qué tiene de malo?

- Nada - Arqueó las cejas - Pero por lo general te vestías como si fueras a un desfile de moda en lugar de la escuela. Bueno, no siempre. Como, antes de lo de Cande, pero ahora no tanto.

- Oh - Incómoda, eché un vistazo a mi armario. Según él, Cande hacía lo mismo que yo, pero parecía que era al revés a veces - ¿Tengo que cambiarme?

- Nah, vamos. Vamos a llegar tarde si no nos damos prisa.

Agarré mi mochila y lo seguí a través de la casa y al interior del garaje. El Bentley se había ido, pero había un Porsche rojo y un Audi blanco bastante nuevo.

- Mamá quería que te dijera que tienes una cita con el consejero durante las clases - dijo Nico, de pie delante del Audi. Abrió la puerta trasera, lanzando su bolso en el interior - Creo que dijo algo acerca de reunirte con ella tres veces a la semana.

- ¿Qué? - lo miré boquiabierta.

Hizo una mueca.

- Sí. En cuanto llegues, tienes que ir a su oficina.

Me deslicé en el asiento del pasajero, apretando mi bolsa contra mi pecho.

- ¿Hablas en serio? Ya de por sí todo el mundo va a mirarme como si fuera un bicho raro, ¿y ahora tengo que quedar con una terapeuta?

- No creo que sea una terapeuta de verdad, La - Apretó un botón en el parasol. Un segundo más tarde, la puerta del garaje gimió y se sacudió, abriéndose. La luz del sol se filtraba por las ventanas - Y antes siempre te gustaba que la gente te mirara, fuera bueno o malo.

- Bueno, ya no soy la misma persona - le espeté.

Me miró.

- Si, estoy empezando a ver eso.

Suspirando, me quedé mirando al frente mientras ponía en reversa el coche.

- ¿No tengo coche?

Nico se rió mientras daba una vuelta.

- Tenías. Uno realmente lindo, pero lo echaste a perder.

- ¿En serio?

Asintió, el coche avanzando por nuestro camino de entrada.

- Cande y tú se emborracharon una noche. Chocaste contra un árbol, y papá tuvo que hacer un montón de cosas para que la policía lo etiquetara como un accidente debido a las condiciones del camino. Estuvo bastante enojado por un tiempo.

Mi boca se abrió de golpe. Pasaron varios segundos antes de que pudiera pensar en algo que decir.

- No creo que quiera saber más acerca de mí misma.

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