El corazón me retumbaba en el pecho, bombeando sangre por mis venas tan rápido que mi estómago se retorcía y las paredes de mi habitación parecían girar locamente. Recordé todo.
Fui allí porque Cande lo quiso. Quería que yo viera, y vi. Comprendí. Porque su madre quería que se mantuviera alejada de mí. Porque Cande fue detrás de Pablo y me presionó constantemente, constantemente tomó lo mío, por qué nuestra amistad era amargada, vengativa, un pequeño monstruo triste en el fondo, debajo de las capas.
Por encima de todo, mientras luchaba por ponerme de pie, el dolor me atravesó, oprimiendo mi garganta, apretando mi corazón hasta que se astilló en un millón de piezas desordenadas.
Apenas podía respirar y pensar por todo el dolor.
Cande...pobre Cande...
Sabía quién la mató.
Tropezando hacia mi escritorio, con fragmentos de vidrio crujiendo bajo mis sandalias, agarré mi celular y pulsé hacia abajo, sobre mis contactos. El teléfono sonó. Una vez. Dos veces. Cinco veces. Las lágrimas nublaron mi visión. No iba a contestar. Por supuesto que no. Lo acusé de cosas terribles, y ahora que recordaba la bestia miserable que había sido con él, no debía llamarlo, pero tenía que decírselo a alguien. Tenía que sacar las palabras de mi boca para que se hicieran realidad. Cambiarían todo.
El correo de voz de Peter se descolgó.
Apreté mis ojos cerrados.
- Soy yo. Me acuerdo de todo. Yo sé...sé quién mató a Cande. No sé qué hacer. Por favor...
La puerta de mi dormitorio gimió cuando fue abierta, y levanté la mirada. Mi corazón saltó a mi garganta mientras mis dedos se clavaban en el teléfono. La figura llenó mi puerta, la misma figura que vi en todos esos recuerdos, mirándome hacia abajo mientras yacía en el acantilado, tocándome y comprobando mi pulso. El hombre sombra que me atormentaba era real. Tal vez no estuvo en el asiento trasero del coche, pero sabía sin ninguna duda que estuvo en el bosque, observándome, agarrando mi bolso y llevándose la nota del coche después del ataque. ¿Me dio por muerta dos veces?
Me dolía el corazón por la traición.
- ¿Papá? - dije con voz ronca, mareada.
- Cuelga el teléfono, Mariana.
Colgar el teléfono sería malo. Quedarme allí de pie era una estupidez, pero me encontraba conmocionada. Negué con la cabeza mientras mi papá caminaba hacia mí, lanzando una breve mirada al espejo roto y a la caja de música. Arrancó el teléfono de mis manos y desconectó la llamada.
- ¿A quién llamaste, Mariana? - preguntó, colocando el teléfono en su bolsillo trasero.
Retrocedí.
- A nadie.
Hizo una mueca.
- No me mientas. Sé que hablabas por teléfono con alguien. ¿Quién era?
No existía manera de que le dijera. Apreté mi boca cerrada, rezando para que Peter decidiera escuchar mi mensaje y llamara a la policía. Era una posibilidad muy remota, teniendo en cuenta que probablemente borraría mi mensaje sin escucharlo, e incluso si lo oía, regresaría la llamada y papá tenía mi teléfono.
- Era Peter, ¿no es así? ¿Por qué, princesa? ¿Por qué tuviste que involucrarlo? - Se frotó la frente, sonando decepcionado, como si hubiera llegado muy tarde y roto el toque de queda - Esto...vamos a tener que trabajar a través de esto. Puedo lidiar con él.
El miedo disparó a través de mí.
- ¿Lidiar con él?
Papá me lanzó una mirada sombría, y retrocedí.
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No mires hacia atrás
FanfictionNo recuerdo, perdí una parte de mi, pero creo que la encuentro cuando te miro a ti