Envuelto en oscuridad, se apoyó contra mí. Todo lo que podía ver era su pecho, pero podía sentir su respiración. No podía moverme, no podía parar de gritar mientras se alejaba. ¡Levántate! ¡Golpéalo! ¡Aléjate! Mi cerebro seguía gritando órdenes, pero mi cuerpo no obedecía. Él todavía estaba allí, una mano fría moviéndose a lo largo de mi cuello, sobre mi pulso acelerado.
- Mariana - dijo bruscamente, su voz de alguna manera familiar - Esto no debería haber sucedido.
Luego las luces se encendieron, cegándome con su inusual intensidad, y pude moverme. Me doblé hacia arriba con la boca abierta y sonidos sorprendentes aún proviniendo de mí. De repente, hubo brazos alrededor de mí, y mis chillidos sonaron incluso más altos.
- Shh, La, está bien. Todo está bien. Shh, todo está bien - Luché por reconocer la voz y los brazos a mí alrededor. Todo lo que seguía viendo era al hombre encima de mí, su aliento helado y sus fríos dedos sobre mi pulso. No podía parar de temblar, sin importar cuán tranquilizadoras fueran las palabras susurradas en mi oído.
Más voces aparecieron de la nada, mi padre, mamá. Era Nico quién me sostenía, intentando animarme.
- ¿Qué está sucediendo? - demandó papá con una pistola negra en la mano.
Mamá se sentó al lado de Nico, colocando una mano en mi espalda.
- Mamá, cariño, habla con nosotros.
Me tomó varios intentos formar una oración coherente.
- ¡Él estaba en mi cuarto, parado sobre mí! Me desperté, y estaba allí.
- ¿Quién? - preguntó Nico, echándose atrás para hacer que sus ojos se encontraran con los míos - ¿Quién, La?
Papá se precipitó hacia la ventana de la habitación, jugueteando con los cerrojos mientras yo me enfocaba en el rostro de mi hermano.
- No lo sé, pero era él. Era él.
Sus cejas se fruncieron mientras sonreía sobre mi hombro.
- ¿Era Pablo?
- No seas ridículo - dijo mamá bruscamente, dándome palmadas en la espalda - Él no vendría aquí y la asustaría de esa manera.
Me retorcí para salir de los brazos de Nico.
- No pude ver su rostro, pero debió haberse ido por la ventana o algo así.
Con el rostro pálido, papá bajó la pistola.
- Oh, Mariana...
- ¿Qué? - Mi voz se elevó - ¡Estaba aquí! Estaba sobre mi cama, tocándome.
Mamá se paró, apretando el nudo de su bata de seda. Sus ojos se encontraron con los de mi padre.
- No hay que esperar más, Carlos. Necesita ver a un doctor.
Me recosté, con los dedos clavados en mi edredón. ¿De qué hablaban? ¿A quién le importaba el maldito doctor? Un hombre había estado en mi habitación.
- Ella está bien. Sólo tuvo una pesadilla - se apresuró a defenderme Nico - No hay razones para sacar la camisa de fuerza.
- ¿Qué? - chillé. ¿Camisa de fuerza? Mi pulso se aceleró.
- Nicolás - dijo mamá suspirando - Vete a tu cuarto.
Él la ignoró.
Papá se sentó al otro lado, sujetando mi mano con la que tenía libre.
- Cariño, la ventana y la puerta del balcón están bloqueadas por dentro. La alarma está encendida. No se apagó.
- No. ¡No! Había alguien en mi cuarto - Alejé mi mano, echándome hacia atrás - Tienes que creerme. Estaba despierta. Se encontraba de pie junto a mí.
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No mires hacia atrás
FanfictionNo recuerdo, perdí una parte de mi, pero creo que la encuentro cuando te miro a ti