— ¡Kim! ¡Kim! ¡Kim!
Su voz me sigue a todos lados y la verdad es que sonrío al escucharlo. El pequeño cachorro herido que conocí hace algunos días se ha convertido en un torbellino de energía al que debo mantener cerca para evitar que se haga daño.
La enorme sonrisa brillante de los labios de Chay, porque ahora lo llamo así, me recibe y siento que el sol sale a pesar de que afuera está nublado. Luce mucho mejor ahora, menos pálido e incluso un poco más alto. Se nota en su rostro que ha estado comiendo mejor y sus ojos grandes y curiosos me hacen pensar que en su mirada se dibuja un mundo entero.
Debo admitir que a veces me cuesta un poco seguirle el ritmo. A Porchay le gusta despertarse al amanecer y él y Porsche bajan al comedor muy temprano para preparar omelettes para toda la manada. Los cocineros de Vegas están hartos de pedirle al alfa Kittisawat que deje de hacer eso, pero he descubierto que ambos hermanos son tercos, más tercos que Khun o Kinn. Pero me agradan, esa es la verdad. Me gusta cuando Porsche nos lleva a mí y a Chay a corretear por el bosque. Me gusta verlo transformarse en un enorme lobo de color blanco con manchas grises que parece destellar bajo la luz del sol. Me gusta escucharlo hablar del mar y de cómo su manada solía correr en las montañas, en un pueblo cercano a la costa.
Y sé que a Kinn también le gusta mirarlo, pero los dos no suelen hablar demasiado. Kinn parece pasar todo su tiempo encerrado en el despacho de Vegas, Kinn dice que están organizando una búsqueda porque han pasado casi cuatro semanas desde que llegamos y Khun no ha vuelto. Ayer me atreví a preguntarle a Vegas acerca del paradero de mi hermano mayor pero mi primo me miró con tristeza y solo atinó a decirme que lo traería para mí en mi cumpleaños. Sin embargo, no sé si quiero festejar algo. Sé que Pete está organizando una enorme fiesta para mí, Macau me contó algo. Sé que hasta Chay está emocionado por tener una fiesta, pero yo me siento triste, extraño a mi hermano. Quisiera ver a Khun otra vez.
Quisiera ponerme a llorar como el cachorro que soy, pero desde que llegué a este lugar sé que debo mantenerme fuerte. No quiero molestar a Kinn, sé que él también está pasándola mal porque los dos hemos dormido abrazados todas las noches, es como si la ausencia de Khun fuera un hueco enorme que los dos intentamos llenar con el calor de nuestra respiración. Además, Kinn está actuando raro, se pone nervioso cada vez que el alfa Kittisawat le dice algo y tartamudea cuando intenta contestarle. Y cuando Porsche nos lleva a Chay y a mí al bosque, mi hermano balbucea que debe ir con nosotros para cuidar de mí, pero no participa en nuestros juegos y se queda sentado debajo de la sombra de un árbol mirando al alfa quien corre detrás de nosotros y luego nos levanta en sus brazos para hacernos volar entre risas de alegría pura.
Y sobre todas las cosas, no quiero que Porchay se ponga triste, no quiero escucharlo llorar otra vez. La misma canción en mi corazón, esa que me dice que debo protegerlo no ha dejado de sonar ni un solo día desde que lo conocí. Ayer escuché que Vegas le decía a Pete que a veces un alfa debe esconder su corazón de la manada para protegerla y sé que yo debo hacer lo mismo. Mañana será mi cumpleaños número seis, pero soy un alfa. Debo empezar a comportarme como un alfa.
— ¡Kim! — dice Chay ahora que está frente a mí y yo le sonrío a modo de bienvenida.
— ¿Dormiste bien, cachorro? — le pregunto y revuelvo su cabello, un gesto que lo hace reír.
—Sí, ¿y tú, alfa? — pregunta él de modo burlón y los dos reímos de nuevo porque este saludo es como una broma para los dos.
—Bien— le digo.
—Bien— me dice él, y toma mi mano arrastrándome a la cocina de donde ya emana el aroma delicioso de la comida de Porsche—. Kim, ¡hoy habrá luna llena!
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La Canción del Ángel
FanfictionDesde la muerte del último Alfa de todos, la guerra de los cazadores no ha dejado más que un rastro de sangre sin final en las tierras de la manada Theerapanyakul. Para volver a traer la paz, nuevas alianzas deberán ser forjadas y el poder de un a...