Capítulo 21: Eres manada.

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Lo encuentro acostado en la cama, no ha encendido la luz de la habitación. La única luz que entra por la ventana es un débil rayo de luna que se cuela a través de las pesadas cortinas grises que seguramente los betas de Vegas pusieron en este lugar. Y es que creo que gris es la mejor forma de describir este lugar, y también el ambiente. Ni Chay ni yo hemos sentido ánimo para decorar nuestra habitación, no creo que nadie lo haya hecho, aunque Khun insista en que debemos hacer de esta enorme fortaleza un segundo hogar.

Suspiro y pienso que hogar es una palabra que los lobos tenemos prohibida ahora mismo. No hay hogar para nadie, no cuando todos están en peligro. Sé que no estaré tranquilo hasta que pueda traerlos a todos aquí y aún así, después de vencer ese pequeño obstáculo, tendré que enfrentarme a algo mil veces peor porque tengo que dirigir una guerra, tengo que terminar con el brujo oscuro.

Quisiera dejarme caer en la cama y no levantarme de ahí en años. Estoy cansado pero las miles de preocupaciones no me permiten dormir bien así que no tiene sentido intentarlo y sobre todas las cosas, no soy yo mismo quien me preocupa ahora sino Chay, mi amado Chay cuyo corazón late en ondas lentas que son una mezcla de azul y gris, gris, gris.

Intento sonreír y me acerco a él. Me siento sobre el borde de la cama y él se gira hacia a mí, se acerca a mi tacto porque estoy llamándolo. Se acerca a mí y deja que mis manos acaricien su cabello y sus mejillas, sé que le gusta que lo toque, sé que disfruta cuando mi aroma se queda prendido en su piel.

—¿Dormiste un poco?— le pregunto y él sacude su cabeza de forma negativa—. Porchay, debes dormir para que deje de doler.

—Mi cabeza no duele ya, Alfa— dice él restándole importancia al asunto y sonríe de forma débil como si nada hubiera pasado, como si un montón de alfas necios y absurdos no lo hubieran obligado a abrir su mente para ellos.

—¿En serio?— me permito dudar y él se levanta de la cama y yo lo tomo entre mis brazos sin poder contenerme.

Y sí, su aroma me tranquiliza. Respiro de forma profunda y lleno mis pulmones de su aroma a bosque, me dejo llevar por la fantasía de que puedo perderme y correr de forma libre entre su perfume que es todo campos verdes, flores de colores, cielos despejados y luz de sol. El gris de mi corazón parece desvanecerse cuando los brazos de Porchay me rodean. Incluso el gris de esta habitación parece iluminarse un poco porque lo tengo a él.

Mi compañero está en mis brazos. El mundo se cae a pedazos, pero él, la persona a la que más amo en este mundo, él no se irá.

—Kim, eres el mar— dice él y hunde su nariz en mi pecho—. Puedo soportarlo todo si nadie se lleva de mí tu aroma a mar.

No digo nada, simplemente lo pego más a mí hasta que prácticamente Chay se queda sentado en mi regazo. Sé que en algunos años, él será más alto que yo porque todavía sigue creciendo y yo siento que he alcanzado mi límite a pesar de que apenas cumpliré diecinueve años en algunos meses. Chay está cerca de los dieciocho también y justo ahora, cuando sus ojos llenos de tristeza se quedan fijos en los míos, me doy cuenta de que nuestras miradas han envejecido de golpe.

En nuestros ojos ya no hay mucha de la inocencia de los cachorros que fuimos un día. Sí, los dos fuimos niños acostumbrados al dolor y a las pérdidas y ahora somos un par de jóvenes lobos enfrentándose a un reto terrible, a un reto que ningún chico de nuestra edad debería enfrentarse. Nuestros cuerpos son jóvenes, pero nuestras almas no lo son, nuestras almas saben demasiado de dolor como para sentirse jóvenes.

—Jamás me iré de ti, ángel— digo con confianza—. Esa es la única certeza que puedo ofrecerte ahora mismo.

—Lo sé, Alfa, no quiero nada más que eso— dice él y besa mis labios con suavidad.

La Canción del ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora