No quiero ir a la escuela, no quiero salir de cama, me niego a vivir el día de hoy.
Mis manos toman la sabana de mi cama y cubro mi rostro con ella. Estoy harto. Estoy cansado. No me apetece para nada ver a los tontos de mis compañeros de clase hoy.
Un suspiro escapa de mis labios y me pongo en posición fetal en mi cama. Odio la escuela, desearía seguir estudiando con nuestros brujos, pero Khun dice que es importante que un lobo entienda a los humanos para recordar por qué no debemos atacarlos. Mi hermano me miró de forma terrible cuando le dije que, si ese era su plan, era una pérdida de tiempo porque la mayoría de las veces quisiera transformarme en lobo para poder arrancarles la cabeza a esos chicos estúpidos que no dejan de hablar de cosas tontas.
Hace dos años que estamos en la ciudad y cada día es más difícil que el anterior, al menos para mí. Todo va mal, aunque todo a mi alrededor parece perfecto, desde que llegamos a la mansión de mi familia, que me sigue pareciendo un palacio al que no logro acostumbrarme.
Y es que, desde nuestra llegada a la ciudad, todos los lobos de Porsche y mis hermanos se sintieron como en casa, nadie tuvo problemas para adaptarse a este nuevo lugar. Es como si desde el primer momento, todo el mundo hubiera sabido el lugar exacto que ocupan en esta casa. Es como si todos tuvieran muy en claro qué es lo que el mundo espera de ellos, pero yo no lo sé, aún no logro saberlo.
La luz del sol entra por mi ventana y yo cierro los ojos porque de verdad, me niego a vivir. Es cierto que los lobos no nos enfermamos por causas naturales, se necesita magia negra o plata para hacernos enfermar, pero yo estoy dispuesto a fingir que estoy a punto de morir el día de hoy, no quiero ir al maldito festival estudiantil que yo y mis compañeros hemos preparado con tanta diligencia durante todos estos días.
Se supone que yo debo cerrar el festival cantando una canción en solitario, pero no quiero, no será posible. No tengo fuerzas en mi interior. La escuela me hace daño, he intentado decirle a Khun muchas veces que debe dejarme estudiar por mi cuenta, pero mi hermano no hace más que ignorarme, dice que estoy siendo exagerado y que no puedo ser un ermitaño. Pero es verdad, la escuela me hace mal. Aunque han pasado dos años no logro acostumbrarme a los olores de todas esas personas, a sus voces estridentes y sus personalidades estrafalarias, pero, sobre todo, a su estupidez.
No puedes tener ni una sola conversación seria con alguno de mis compañeros, todos son niñatos ricos que se creen los dueños del mundo y que insisten en acercarse a mí o a Chay porque si hablamos de fortunas, que es lo único que les importa a todos ellos, la de la familia Theerapanyakul es la más enorme de todas, la gente aquí nos trata como si fuéramos de la realeza.
Y eso me molesta, es sumamente cansado. Khun dice que debo ser paciente porque tenemos negocios con la mitad de los padres de mis compañeros, pero es demasiado, ¿sabes? Además, soy un asco fingiendo. Durante estos dos años no he hecho más que forjarme la fama de ser un chico inalcanzable y nadie me reprocha nada porque, como dije, soy casi un príncipe en esta escuela y todos saben que, si se atreven a hablar mal de mí o llegaran a acosarme, mi familia no se tentaría el corazón para destruir las relaciones comerciales con sus padres. Debo admitir que eso me hace sentir tranquilo. Sé que está mal que piense en mis compañeros de este modo, pero ¿qué puedo hacer? Las relaciones públicas no son lo mío.
Y eso no si quiera es lo peor. Hay cosas incluso aún más tontas que he tenido que soportar. Por ejemplo, que muchas de mis compañeras se han acercado a mí para conseguir algo conmigo. Es asfixiante. Odio las miradas coquetas y las risitas tontas. Por supuesto, no soy un maleducado con ninguna chica, pero tampoco suelo hacerles demasiado caso. Cuando alguna de mis compañeras de clase, o alguna de las chicas del curso inferior se me acercan para invitarme a salir, lo único que hago es disculparme con delicadeza y huir de ahí tan pronto como sea posible.
ESTÁS LEYENDO
La Canción del Ángel
FanficDesde la muerte del último Alfa de todos, la guerra de los cazadores no ha dejado más que un rastro de sangre sin final en las tierras de la manada Theerapanyakul. Para volver a traer la paz, nuevas alianzas deberán ser forjadas y el poder de un a...