Capítulo 5: La canción de Chay.

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Intento ignorar los sonidos de la pelea, pero es imposible, con el tiempo, mi oído se ha hecho más fino, puedo escuchar cosas que un humano normal no podría y a juzgar por los gruñidos y golpes, sé que todo está mal. Mi corazón late en mi garganta porque tengo que encontrar a Chay, pero he revisado la mansión completa y no puedo verlo, siento que voy a desmayarme, pero no puedo hacerlo.

Tengo que encontrar a Chay para poder llevarlo a un lugar seguro. Tengo que protegerlo.

Vuelvo a correr hacia el exterior de la casa y siento que quiero llorar de alivio cuando miro a Chay en medio de uno de los jardines interiores. Mi amigo está totalmente quieto. Hay un pequeño cuaderno en sus manos y me pregunto qué es lo que ha estado haciendo. Chay parece serio, demasiado serio para ser un cachorro. Sé que él también puede escucharlo, sé que no ha sido posible esconder de él el desastre que debe estar sucediendo en el interior de la casa de Vegas.

—Kim, ¿qué está pasando? — pregunta él con un dejo de temor y aunque mi cuerpo grita que va a colapsar en cualquier segundo, me apresuro a llegar a él.

—Tenemos que ir al bosque— le digo sin aliento—. Chay, ven conmigo al bosque por favor.

Chay me mira con sus enormes ojos llenos de miedo, pero no discute. Hay algo en él que confía en mí de forma ciega y a veces tengo miedo de decepcionar esa confianza. Ahora mismo, mientras lo tomo de la mano y los dos corremos hacia los enormes arboles del bosque, sé que Chay iría conmigo a cualquier lado, que él hubiera corrido a mi lado incluso si le hubiera pedido ir a un lugar desconocido.

Pero los dos corremos al bosque, mi bosque. Esta tierra me pertenece y sé que me protegerá porque ha aprendido a amarme como yo la amo a ella. El bosque sigue cantando canciones para mí, el bosque cuida de mí y sé que hará lo mismo por Chay. Porsche me ha enseñado secretos para esconderme de mis enemigos, pero también para dejar un rastro a nuestros amigos. Así que mientras Chay y yo corremos sin soltarnos de la mano, me aseguro de dejar mi aroma sobre los troncos de los árboles que vamos pasando, Porsche seguirá este rastro cuando todo sea seguro. Sé que Porsche sabrá dónde encontrarnos.

Ahora mismo, dejo que mi olfato me guie hacia uno de los claros más céntricos del bosque. Chay y yo estaremos seguros ahí porque es difícil llegar. Hay un pequeño arroyo que deberemos cruzar, pero está bien, ahora mismo no debe ser tan profundo. Chay me mira con atención, sé que él no tiene miedo, pero está preocupado por mí y odio eso, odio preocuparlo, odio haber causado todo esto.

—Chay, tengo que cargarte en mi espalda— digo y mi amigo me dedica una mirada confundida.

—¿Por qué? — pregunta él con las mejillas rojas por el esfuerzo de la carrera que estamos haciendo.

—Tenemos que cruzar el arroyo y sé que no te gusta— le digo con calma.

—Ya soy un chico mayor, no estoy asustado por el arroyo— dice él con decisión—. Ya no soy un bebé, puedo cruzar contigo, solo...

—¿Solo?

—Solo no sueltes mi mano, Kim— dice él de forma valiente—. No sueltes mi mano jamás.

—Jamás— le prometo.

Y Chay sonríe porque así es él, podría sonreír en cualquier situación, incluso cuando estamos buscando un sitio para escondernos de un peligro inminente, de un peligro que yo desencadené.

Chay y yo nos apresuramos a cruzar el arroyo, no lleva demasiada agua por lo cual la corriente no tiene demasiada intensidad, pero aun así tomo a Chay de la mano con más fuerza porque sé que no le gusta cruzar ríos ni arroyos desde aquella vez en la que una corriente se lo arrebató a Porsche y Kinn tuvo que rescatarlo. Sé que Chay odia esto, pero admiro su fuerza, admiro su coraje. Chay es fuerte, Chay es un lobo magnifico.

La Canción del ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora