Capítulo 25. Aullido de muerte.

31 4 0
                                    


Porchay.

Chay.

Mi compañero.

Lo llamo a mí, aunque sé que es imposible que venga a mi lado. Lo llamo a mí como si fuera posible que él me esté escuchando. El hueco al otro lado de nuestro lazo me dice que no podré alcanzarlo. Hay nada del otro lado. La nada duele. La nada está destruyéndome a cada paso.

Han pasado meses, sí, meses desde que vi a mi compañero por última vez. No sé cómo he logrado permanecer cuerdo. No sé cómo es posible seguir respirando. No entiendo cómo soy capaz de seguir encargándome de todo, de dar órdenes y mantenerlos unidos a todos a pesar de que el miedo lo rodea todo.

No sé dónde encontrarlo.

Sigo gritando su nombre, aúllo para él, le pido que venga a casa.

Nada.

Siempre nada.

Solo silencio y este vacío enorme que terminará por destruirme.

Soy silencio.

Estoy solo.

¿Dónde está mi compañero?

¿Dónde está Chay?

El bosque me rodea, pero no puede reconfortarme. El aroma que llena cada rincón de este lugar se parece al de la piel de Chay, pero nunca será igual porque en el universo no hay aroma que se compare al de tu compañero. Evito transformarme en lobo cuando no es necesario porque sé que si lo hago no querré volver a ser humano. Evito transformarme porque no puedo luchar para encontrar a Chay si me pierdo en mi lobo. Mi amor no es cobarde, sé que puedo seguir soportando este dolor que no va a matarme. Sé que puedo seguir consumiéndome en la esperanza de encontrarlo, aunque sepa muy bien que cada día que pasa se reduce más y más la posibilidad de verlo de nuevo.

Las cuadrillas de lobos que organicé hace medio año siguen allá afuera, envían noticias desoladoras porque ellos tampoco han encontrado indicios. Es como si Chay y el cazador se hubieran desvanecido. Es como si Chay se hubiera sacrificado para hacerlo desaparecer, pero sé que esta guerra no puede terminar así de fácil y cuando mi cerebro atribulado por el dolor toma conciencia de que he estado así desde hace seis meses, apenas puedo creerlo.

No sé cómo puedo seguir andando. No sé cómo me es posible respirar cuando en cada inspiración el fuego de la ausencia de mi amado me calcina por dentro. Seis meses. Los días han pasado sin que yo sea totalmente consciente de ello. Sé que los días seguirán sucediéndose el uno al otro y nada cambiará.

La desesperación me hace correr por el bosque, corro, aunque en mi forma humana no soy tan rápido, corro para lograr que el aroma del bosque se quede en mi piel porque el aroma de Chay ha desaparecido por completo de nuestra habitación. Corro porque no hay nada más que hacer y no quiero regresar a la fortaleza donde todo serán miradas llenas de lastima y palabras piadosas que no tienen sentido.

Todo el mundo me trata como si estuviera hecho de cristal. Khun no puede mirarme a la cara porque piensa que fue su culpa que Chay desapareciera, mi hermano mayor se culpa y sé que esa sensación no lo dejará en paz, sé que siempre envenenará su corazón a pesar de que le he dicho una y mil veces que nada de lo sucedido es su responsabilidad.

Ni siquiera lo culpé cuando me encontró en el suelo de mi habitación, aferrado al trozo de papel donde Chay escribió su despedida.

Tuve que.

Tuve que.

Las palabras arden en mi pecho, por más que lo intento no logro entender por qué Chay tuvo que hacer lo que hizo porque claro que no, él no tenía que irse, él no tenía que sacrificarse.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Sep 17 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

La Canción del ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora